Una batalla peligrosa

La batalla laboral que se ha desatado entre Iberia y los pilotos es similar a la vivida otras veces. Sin embargo, sus consecuencias pueden ser mucho más graves en esta ocasión, debido al difícil contexto en que se mueve hoy día la industria de la aviación. El motivo alegado por los pilotos para convocar la protesta de la próxima semana es la creación por Iberia de una filial de vuelos baratos que podría provocar el trasvase de carga de trabajo y, por tanto, la desaparición de sus bien remunerados empleos en la compañía aérea.

Ante la inminencia de la huelga, la dirección de la aerolínea ha iniciado acciones ante Trabajo para que se declare ilegal. La aerolínea la considera 'ilícita' porque el objetivo es, a su juicio, cuestionar una decisión de la compañía, lo que supone una vulneración del derecho a la libertad de empresa. La aerolínea estima que su finalidad es de protesta y no reivindicativa. En todo caso, esta argumentación no será fácil de dilucidar jurídicamente si nos atenemos a otras situaciones similares vividas por otras compañías.

Como trasfondo del conflicto, se encuentra el bloqueo del convenio colectivo. Iberia quiere introducir medidas que incrementen la productividad de los tripulantes y, además, pretende establecer una nueva categoría laboral, peor remunerada, para los pilotos que se incorporan al grupo. La situación es tan enconada que ni siquiera se ha llegado a constituir la mesa de negociación. Posiblemente, los pilotos temen que si se crea y no hay acuerdo, el Gobierno imponga un laudo, como ya ocurrió hace unos años.

Y mientras la batalla entre ambas partes se recrudece inexorablemente, la imagen de la empresa se deteriora y la competencia, creciente, aprovecha para captar los clientes que se ven perjudicados por esta huelga. En juego está también tanto el derecho a la movilidad de los ciudadanos como el futuro del propio grupo, acosado por las empresas de vuelos baratos y por un precio del petróleo que el viernes batió un nuevo máximo histórico.