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Llegan las etiquetas espías para luchar contra las falsificaciones

El sector del lujo cambia el código de barras por las tarjetas electrónicas para controlar el producto

Un cliente entra en una tienda de ropa y accesorios de lujo. Se decide por un bolso. A la hora de pagarlo, el dependiente, ayudado por un inspector especializado, se niega a venderlo. El bolso resulta ser falso. Este escenario podría producirse dentro de no mucho tiempo. Y es que el código de barras tiene los días contados, al menos para los productos de alto valor añadido. Su sustituto está en pleno desarrollo, y servirá no sólo para inventariar los productos, sino para frenar de forma mucho más eficaz la falsificación.

Su nombre de pila es tarjeta electrónica, y persigue el mismo objetivo que los pomposa e ininteligiblemente llamados pasaportes biométricos impuestos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001: controlar la identidad, la procedencia y el destino de las mercancías.

El sector del lujo, que cada año pierde millones de euros por la falsificación de sus productos, es uno de los primeros clientes de este sistema, que emerge desde hace tres años. La tarjeta espía es un microprocesador de diminutas dimensiones, con un chip y una antena incorporados gracias a la tecnología RFID (radio frequency identification, en sus siglas en inglés). Se camufla de múltiples formas y es capaz de almacenar información.

Con el nuevo microchip se podrán seguir los movimientos del comprador, que deberá responsabilizarse de destruirlo

'Muchas marcas producen sus productos en países terceros. Así, la falsificación podrá frenarse ya en la frontera', explica un portavoz de la empresa francesa ASK, uno de los líderes en este tipo de tecnología. Sus clientes afluyen, atraídos por infinitas posibilidades. Perfumes, ropa, relojes o maletas 'son mercados que representan millones de euros'. Al igual que el sistema posventa. 'Las marcas de relojes, por ejemplo, gastan millones en servicios de reparación que ofrecen de forma gratuita, y muchas veces no saben que están reparando productos falsos', indican en ASK. Por no hablar del alcohol y del tabaco. En el primer caso, la etiqueta espía irá pegada al tapón. Una vez abierto, ésta se rompe, el movimiento queda registrado y no puede venderse de nuevo.

El sistema es extrapolable a cientos de productos. Los supermercados Wal-Mart, en EE UU, piden progresivamente a sus proveedores que marquen sus productos con estas etiquetas. Este año, 200 nuevos proveedores han tenido que adoptar estos radiochips, y otros 300 seguirán en 2007. Los laboratorios Pfizer han decidido integrar el chip en los botes de Viagra.

El sistema también puede seguir la huella de los alimentos y evitar males como la enfermedad de las vacas locas. Sólo que una vez comprado, la tarjeta espía también podrá seguir cada movimiento del comprador, que deberá responsabilizarse de destruirla. La asociación estadounidense de consumidores Caspian (Consumidores Contra la Invasión de la Privacidad en los Supermercados y la Digitalización) denuncia el fenómeno. '¿Tienes un big brother en tu carrito de la compra?', pregunta en su web.

La empresa ASK ha ganado el contrato para desarrollar el abono de transportes navigo del metro de París. Así, basta con pasar la tarjeta ante el lector y acceder al metro. Más cómodo y con menos costes. Eso sí, los movimientos del usuario quedan registrados, así como sus datos al firmar el contrato.

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