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Tribuna
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EADS y el buen gobierno

Hemos calificado en estas mismas páginas la trayectoria de EADS desde su constitución como la historia de un doble éxito: el empresarial del propio consorcio europeo y el de la presencia española en el mismo. Pues bien, en los últimos días ciertas informaciones han venido a ensombrecer, siquiera transitoriamente, el escenario de éxito en el que se desarrolla la actividad de EADS.

En primer lugar, se ha hecho pública la existencia de retrasos en la ejecución del programa A-380, que provocará a su vez demoras en las futuras entregas del avión. Aunque indudablemente se trata de una mala noticia, lo cierto es que debe valorarse en sus justos términos. Todos los sectores que incorporan procesos productivos con alto componente tecnológico y con alto carácter innovador afrontan con frecuencia demoras debidas a la propia esencia innovadora de sus procesos. No es la primera vez, ni será la última, que una empresa de estas características sufre retrasos en el lanzamiento de un nuevo producto -la propia EADS sufrió también retrasos en el programa Eurofigther, y hoy no se discuten las prestaciones del avión de combate europeo-.

Además, hay que enmarcar lo anterior en el complejo entramado de EADS, en la que coexisten accionistas activos -con participaciones significativas- de varios países europeos, conviven el capital privado con el público -los Estados francés y español-, se simultanea la existencia de dos consejeros delegados -uno francés y otro alemán-, se factura a clientes privados y públicos -los Gobiernos europeos participantes en el programa de defensa-, y se dispone de una estructura industrial diseminada -con los centros de fabricación y de desarrollo repartidos por varios países europeos-.

Las soluciones sencillas no serían hoy válidas, como no lo fueron antes, para competir con Boeing

Puedo aportar como experiencia personal el conocimiento directo de cómo la puesta en marcha de cada nuevo programa de EADS requiere de un largo y difícil proceso de estudio y negociación a múltiples bandas para decidir varias cuestiones, como son la participación relativa -en cantidad y en calidad- de las diferentes divisiones nacionales en la elaboración del producto final, la aportación de los diferentes países en la financiación y/o subvención del programa, o el número de unidades contratadas a priori por los respectivos clientes. La solución de lo expuesto requiere resolver simultáneamente varios complicados sudokus, en los que se simultanean negociaciones creativas de aportación de valor con negociaciones cruelmente descarnadas de pura y dura reclamación de valor.

En base a ello pudiera pensarse que la solución EADS es demasiado compleja para resultar eficaz. Por el contrario, considero que el complejo entorno en el que opera EADS exige respuestas necesariamente complejas, y que a contrario sensu, las soluciones sencillas no serían hoy capaces, como no lo fueron en el pasado, de competir con el gigante norteamericano Boeing, cuestión que sí está consiguiendo EADS con su configuración industrial y accionarial.

En este contexto, el fuerte descenso bursátil que la lógica del mercado ha provocado en las acciones de EADS no debería resultar necesariamente alarmante. El grupo dispone de suficiente capacidad para resolver los problemas técnicos y superar las actuales dificultades.

Cuestión diferente es la polémica surgida alrededor de la venta del paquete accionarial de Noël Forgeard -uno de los dos consejeros delegados- justo antes de hacerse públicos los retrasos del programa, y por consiguiente del descenso de la cotización. Se discierne ahora sobre si la relación entre los dos hechos -venta anterior y desplome posterior de la cotización- es de causalidad o de casualidad. La peculiar personalidad de Forgeard -mezcla de inteligencia, astucia, ambición y vanidad- añade suspense al desenlace de la trama. Recuerdo una cena en Toulouse, renegociando la permanencia de la SEPI en el accionariado de EADS, en la que el principal argumento de Forgeard para que prolongáramos nuestra participación en el grupo consistía en las importantes plusvalías bursátiles esperables. Como cabeza de la delegación española, le hice ver que nuestra permanencia en el capital de la compañía respondería más a criterios industriales que financieros, lo que cambió el tercio en la reunión.

En todo caso, es imprescindible que de modo urgente EADS aclare internamente lo ocurrido y haga pública la correspondiente aclaración, pues como grupo empresarial no puede permitirse una sombra de duda sobre la conducta y el comportamiento de sus máximos ejecutivos. Pero es importante que esta cuestión se resuelva dentro de la empresa y por la empresa. Al respecto, está fuera de lugar la intervención del primer ministro francés -Dominique de Villepin-, tanto al opinar sobre la cuestión en liza como al solicitar en estos momentos un aumento de la participación accionarial del Estado francés. Ni siquiera la buena relación de Forgeard con el presidente Jacques Chirac, del que fue jefe de gabinete en la alcaldía de París, justifica que el Gobierno francés supla a los órganos societarios de EADS en la valoración de los hechos y en la adopción, en su caso, de las medidas que procedan.

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