_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La puja por Arcelor y la preferencia industrial europea

El futuro del mayor grupo siderúrgico europeo está en el aire a raíz de la opa lanzada por Mittal. Arcelor ha encontrado en el grupo ruso Severstal su caballero blanco. El autor analiza el contexto en el que se desarrolla esta batalla y defiende el potencial de la alianza con Rusia

Con la disputa Arcelor-Mittal-Severstal, la globalización entra en una nueva fase. Ya no se trata sólo del tema de la prodigiosa expansión del comercio internacional, de la gran velocidad de circulación de la información económica y de las tecnologías, de las empresas multinacionales y las inversiones en el extranjero mediante filiales y participaciones. Ahora se trata de la fusión y/o alianza con carácter estratégico entre las multinacionales. Ya hemos podido observar este fenómeno en los sectores de monopolio natural liberalizados, en los que la ley de las economías de escala provoca necesariamente la absorción del pequeño por parte del grande: el transporte aéreo se ha estructurado en torno a tres grupos de alianzas transcontinentales, varias empresas petrolíferas importantes ya se han fusionado.

En Europa hemos combatido por el control del carbón y del acero. El sosiego posterior marcó la vuelta a una paz durable y a la prosperidad económica de la Europa contemporánea. Frente al librecambio sin fronteras preconizado por las potencias anglosajonas dominantes -Reino Unido, y después Estados Unidos-, Francia, y también Alemania, la Unión Soviética y el Tercer Mundo descolonizado, interpusieron la doctrina del proteccionismo industrial, del dirigismo industrial y de la planificación.

Hubo éxitos: en Francia el petróleo nacional, la energía nuclear, la tecnología aeroespacial y militar. Pero también hubo múltiples fracasos: el modelo soviético se derrumbó, los países en desarrollo mudaron en economías emergentes abiertas al comercio mundial. Pero ningún país puede permitirse, hoy en día, el nacionalismo industrial, sólo si quiere convertirse en una Albania melancólica.

El asunto Arcelor-Mittal-Severstal es simbólico. Su resultado, sea cual sea, marcará una etapa histórica. Durante un tiempo pasado de cañones y acorazados, la siderurgia fue una industria estratégica. Antes de que se recuperara magistralmente, fue un pozo sin fondo para el contribuyente. La alianza con la campeona competitiva europea Arbed, que se confunde prácticamente con el Gran Ducado, desencadenó la ira de la siderurgia alemana, una cólera reforzada por los fracasos frente a Arcelor, particularmente en la adquisición de la siderurgia de Ontario. Después vino la opa sorpresa del grupo Mittal Steel.

Desde luego podemos contentarnos con contestar que el mercado decidirá, que los inversores se volcarán en el protagonista que ofrezca la mayor creación de valor. Pero, evidentemente, los inversores no son indiferentes a los cálculos a largo plazo: ¿qué política de empresa?, ¿qué directivos?, ¿ingenieros o financieros? Parámetros fundamentales para el futuro crecimiento y estabilidad de la empresa.

No porque el Tribunal de la Competencia haya dado luz verde a la opa de Mittal Steel sobre Arcelor, Europa se inclinará por la fusión: si los expertos de la competencia estiman que esta fusión no contravendrá las leyes antitrust, la verdadera cuestión es la de la preferencia industrial europea en construcción. Siglos de coexistencia y de cultura compartida, decenios de guerras sanguinarias, medio siglo de reconciliación europea conseguida, todo esto crea lazos. Hoy en día, los éxitos de la cooperación industrial europea son fundamentalmente políticos, van más allá de la lógica de mercado.

De Gaulle extendía la solidaridad europea 'del Atlántico a los Urales' en tiempos de la URSS. Por fuerza hay que reconocer el formidable potencial de las cooperaciones industriales franco-rusas, en vista del éxito de las pocas ya existentes. Es habitual arrastrar por los suelos la economía postsoviética, pero el modelo de economía planificada no ha producido sólo fracasos. Rusia se ha abastecido de ingenieros y técnicos excelentes, a veces incluso mejores que los nuestros; la industria minera y la metalúrgica son de primer rango, igual que su tecnología nuclear y aeroespacial.

Rusia es principalmente una inmensa reserva de espacio libre, de recursos minerales, petróleo y gas -es decir, de materias primas y de recursos de los que Europa se encuentra desprovista-. Estas complementariedades son la base para construir una alianza y una preferencia compartida sólidas, en las que la cooperación en materia de siderurgia podría constituir el primer acto simbólico importante.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_