El impuesto americano
Heredar el poder económico es tan inconsistente con los ideales de esta generación como era inconsistente heredar el poder político para las generaciones que establecieron nuestro modelo de Gobierno'. Son palabras del presidente Franklin Roosevelt en 1935 con las que reafirmaba el compromiso del Estado con el impuesto de sucesiones.
Históricamente, en EE UU se ha considerado este impuesto a grandes fortunas como el fruto de lo antiaristocrático de una sociedad que tiene fe en lo que se ha dado en llamar 'el sueño americano', es decir, que con tesón y esfuerzo un individuo puede prosperar (económicamente). Es un sueño que no casa bien con transferencias de millones de una generación a otra sin más. Esto convierte a este impuesto en algo tan genuinamente americano como la tradición de que las grandes fortunas donen parte de su patrimonio a obras sociales o actividades artísticas, devolviendo a la sociedad lo que ésta les ha permitido tomar de ella.
Desde una perspectiva más pragmática, los ingresos derivados de este gravamen se han dedicado a financiar la maquinaria de las guerras. El impuesto se creó en 1797 y ha estado en vigor intermitentemente hasta 1916, fecha desde la que se ha mantenido.
Muchos estadounidenses con dinero como Bill Gates (padre del fundador de Microsoft) y el inversor Warren Buffett coinciden con Roosevelt. Otros, como la familia Walton, herederos del fundador de Wal-Mart, o los Mars (de los caramelos), están en desacuerdo y llevan años financiando una campaña para que el impuesto desaparezca. Y gana terreno porque la Casa Blanca está de acuerdo con ellos.
La semana pasada el Senado estuvo a punto de aprobar su eliminación. La mayoría republicana se quedó a tres votos de conseguirlo. Pese al revés, dicen que volverán a intentarlo.
Curiosamente, aunque el impuesto es el más progresivo de todos, ya que sólo afecta al 1% de la población y son los más ricos, hay una consenso social muy amplio en su contra. De momento, lo que ha habido son rebajas (a pesar de que haya dos guerras).
Las rebajas empezaron en 2001 con los primeros recortes de George Bush. Actualmente se exime de pago a fortunas de menos de cuatro millones de dólares en el caso de un matrimonio, o dos por individuo. Las cantidades por encima de esa cifra están sujetas a un tipo del 46%. En 2009 se rebaja al 45%. En 2010, el impuesto se elimina un año y en 2011 queda como antes de Bush, es decir, se tasa todo lo que exceda del millón al 55%.
Sus detractores aseguran que eso acaba con los negocios familiares y de agricultores que deben vender activos para hacer frente al gravamen. Varios estudios refutan estas tesis. The Concord Coalition, una asociación de economistas de prestigio que aboga por el equilibrio presupuestario, afirma que en 2004 sólo el 1% de los americanos se vieron afectados por el impuesto y, según Hacienda, gracias a las deducciones ni siquiera se les aplica el tipo más alto. Aunque son pocos, el efecto en el presupuesto es importante por el peso de sus fortunas. Varios estudios afirman que eliminarlo reduciría cerca de 369.000 millones los ingresos del Estado entre 2006 y 2016.
La Oficina Presupuestaria del Congreso da fe de que en 1999 y 2000, sólo el 5% de los que tenían que pagar, tuvieron que liquidar activos.
Muchos de estos datos se pierden en la retórica actual, muy lejana a la de Roosevelt, el presidente del New Deal.