La anhelada llegada de nuevos auditores
Tras una espera de cinco años, se ha convocado de nuevo el examen de acceso al Registro Oficial de Auditores de Cuentas (ROAC). El autor se felicita por ello, pero sostiene que, para la eficacia del sector y una vez unificada la legislación, se debe reducir el plazo entre cada convocatoria
Cinco años han tenido que esperar los futuros aspirantes a auditor para poder presentarse al examen de acceso al ROAC, el Registro Oficial de Auditores de Cuentas, en el que es necesario inscribirse para desempeñar esta profesión. Esta espera ha sido excesivamente larga, no sólo para los candidatos, sino para todos los profesionales de la auditoría que actúan en el mercado y necesitan, por la propia dinámica de las carreras profesionales, una renovación constante de sus plantillas.
Buena muestra de ello es que sólo en el Instituto de Censores Jurados de Cuentas de España (ICJCE) el número de solicitudes cursadas para la realización de la prueba ha sido de 1.267, cifra que duplica lo registrado en la última convocatoria en el año 2001.
Entendemos que el proceso se ha dilatado más de lo esperado debido, entre otros aspectos, al amplio proceso normalizador que se ha llevado a cabo durante los últimos años, tanto a nivel de la Unión Europea, a través de la 8ª Directiva, como de las modificaciones a la Ley de Auditoría incluidas en la nueva Ley Financiera. Esta establecía como novedad la convocatoria única para las tres asociaciones profesionales existentes en nuestro país, lo que supuso una auténtica revolución en la costumbre que hasta ahora se ponía en práctica y que otorgaba cierta libertad a cada una de las corporaciones para gestionar sus propios exámenes de acceso.
La armonización de criterios de acceso a la profesión de auditor es un paso adelante en la unificación del sector en una sola corporación profesional
Quiero destacar, a este respecto, que el sector recibió positivamente esta iniciativa. En efecto, supone un paso adelante en el proceso de unificación del sector en una sola corporación profesional, deseo por muchos compartido aunque los intentos llevados a cabo hasta ahora no han sido muy fructíferos. No solo lograríamos una corporación más sólida sino, al mismo tiempo, se cumpliría con las expectativas manifestadas por algunos de los responsables que en los últimos años han estado al frente del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC).
Pero una vez que hemos llevado a cabo este proceso de unificación de criterios de acceso, y que parece que el proceso de modificaciones legislativas avanza (en este sentido, estamos a la espera de que se publique el Reglamento que desarrolle la Ley de Auditoría y que, por toda lógica, seguirá las pautas establecidas por la 8ª Directiva), es necesario subrayar la importancia de que esta situación de espera no vuelva a repetirse y que se facilite el acceso al ROAC con una mayor periodicidad. Una convocatoria anual podría resultar gravosa desde el punto de vista de la realización del proceso; sin embargo, consideramos que un margen de dos años podría ser plazo adecuado.
Existen algunas razones de peso para no alargar este periodo más allá. Un buen número de futuros aspirantes a auditor realizan cursos de preparación para este examen. Si el tiempo de espera se alarga indefinidamente, buena parte de la finalidad de esta formación puede perderse.
Además, el sector de la auditoría es un mercado en pleno desarrollo. Cada año las firmas de auditoría precisa incorporar nuevos socios a los que se les exige esta titulación. Parece evidente que cinco años es mucho tiempo para que los jóvenes profesionales formados en el seno de estas compañías puedan obtener su acreditación como auditores y optar a un mayor desarrollo profesional en este ámbito.
Finalmente me gustaría dar la bienvenida a la futura promoción de hombres y mujeres que se van a incorporar al mundo de la auditoría este año. Deben saber que se introducen en una profesión que tiene una buena dosis de vocacional, que exigirá una actualización de conocimientos constante y una gran responsabilidad en su actuación profesional. Pero no deben olvidar que se trata de una profesión centenaria que siempre ha tenido, tiene y tendrá una indudable función social basada en garantizar la credibilidad de la información económico-financiera de los mercados, por lo que la figura del auditor es y será indispensable para nuestra sociedad.