Decisión al invertir
El que necesita una máquina y no la compra, paga por ella y no la tiene'. Esta frase de Henry Ford puede justificar plenamente la esencia de cualquier decisión empresarial de invertir.
Existe una tendencia, quizás demasiado generalizada, a identificar el concepto nuevas tecnologías con tecnologías de la información y la comunicación (TIC), siendo en realidad éstas un subconjunto de aquéllas.
Invertir en TIC tiene una relación directa con innovar. Existen numerosos estudios académicos que avalan el hecho de que las TIC estimulan los crecimientos de productividad de las organizaciones, precisamente porque las ayudan a innovar, sean productos, servicios o procesos.
Las tecnologías de la información y la comunicación estimulan la productividad porque ayudan a innovar
En la cumbre de Lisboa de 2000 se concretó un objetivo -cumplido apenas parcialmente por algunas economías europeas avanzadas- para hacer que Europa fuera 'la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica en 2010, capaz de mantener un crecimiento sostenible, con más y mejores puestos de trabajo y mayor cohesión social'.
En el caso español, los datos publicados por el Banco de España en 2004 revelan que, por ejemplo, el gasto en TIC en España sobre PIB se sitúa en el 1,8%, frente a la media del 3% en la UE, al igual que el gasto per cápita en TIC es de 338 euros en España frente a 700 euros en la UE.
Uno de los grandes retos que se presentan para obtener más y mejores cotas de bienestar, tanto público como privado, es aumentar la capacidad de innovación, sin olvidar que no hay innovación sin empresas de la misma forma que no hay inversión sin riesgo.
La clave para responder cuestiones acerca de la decisión de invertir consistiría en que la inversión constituya o refuerce una ventaja competitiva sostenible en el tiempo. Cuanto más innovadora y compleja sea la ventaja obtenida, mayores dificultades encontrará la competencia para contrarrestarla. Identificando los factores clave, internos y externos que mueven la economía de la empresa se puede decidir si la inversión a realizar está encaminada a la reducción de costes o al incremento de la producción en su sentido más amplio: unidades producidas, productos y servicios de mayor valor, incrementos en la calidad de los productos, mejoras en los procesos, satisfacción de los clientes, etcétera.
Igualmente importante es el momento de la inversión, aspecto clave para que se maximice la ventaja competitiva a obtener. Así, si el momento es de anticipación la inversión podría suponer la generación de una posición de liderazgo en un determinado mercado. En el caso de las inversiones en TIC entra en juego, además, la variable velocidad del cambio tecnológico, que parece que agrega una incertidumbre adicional al momento de la inversión. Como si a mayor velocidad fuera necesario mirar más lejos para poder anticiparnos al cambio.
El siguiente aspecto a contemplar en relación con la decisión de invertir sería el de la medición, mediante cualquiera de las múltiples métricas e indicadores disponibles (TCO, EVA, ROI...), de la rentabilidad de la inversión. Si las TIC son un instrumento real al servicio de los objetivos de la organización su rentabilidad debería ser medida, recordando la frase de Henry Ford, en función del coste de oportunidad que representan.
Hay opiniones autorizadas que consideran que la rentabilidad de las inversiones en TIC debe medirse valorando a su vez la rentabilidad de los procesos en los que se insertan, considerando que su coste es un factor más del producto o servicio ofertado y debe ser medido en función de su aceptación y valor de utilidad o de satisfacción del negocio.
Finalmente, debemos considerar dos ámbitos particulares, como las pymes y la educación, en los que es preciso incidir en términos de inversión en TIC. En el caso de las pymes es imprescindible fomentar y promocionar las iniciativas públicas y privadas de inversión en TIC, como ayuda a la optimización de la gestión de los propios negocios y a identificar alternativas de innovación que mejoren la productividad y la competitividad.
Respecto a la educación, el reto está en conseguir que las TIC sean realmente un instrumento al servicio tanto de la preparación de profesionales como del conjunto de la población. Alternativas como las que hoy ofrecen los procesos de e-learning basados en el uso intensivo de las TIC podrían suponer el salto cualitativo necesario para conseguir los niveles de formación demandados.
Se puede asegurar que la competitividad y las nuevas tecnologías están fuertemente ligadas. El gran reto que se plantea a los responsables de proponer e impulsar inversiones en TIC consiste en conseguir su alineamiento con las perspectivas empresariales, demostrando su aportación de valor ante las demandas y retos de los negocios, asegurando los recursos necesarios para garantizar la innovación.