Entre sellos y ladrillos
La clave del escándalo de Afinsa y Fórum Filatélico no es que dos compañías vendiesen sellos al público. Lo relevante en este caso es que se vendían como un producto de inversión, al ofrecerse al ahorrador un compromiso de compra y una rentabilidad asegurada por encima del mercado. Según este planteamiento, los sellos tendrían la particularidad de revalorizarse de forma segura y homogénea a lo largo del tiempo, como si la rentabilidad fuese una característica física, medible y predecible en su evolución futura.
Ocurre también con los ladrillos. No bajan, de acuerdo con la conciencia colectiva. No bajan porque son ladrillos, y no hace falta más explicación como si de la primera Ley de Newton, la de la gravedad, se tratara.
Obviamente, hay motivos que provocan la resistencia de los precios de la vivienda a bajar o, al menos, la resistencia a que las bajadas de precio se revelen. Fundamentalmente, el hecho de que la gente, en condiciones normales, necesite un techo donde dormir.
No hay mucha más diferencia entre ladrillos y sellos. Son activos poco líquidos y heterogéneos y, por este motivo las variaciones de oferta y demanda no se reflejan necesariamente en el precio de compra. Por eso hablar de mercado inmobiliario o mercado filatélico son dos ejercicio de optimismo.
Curiosamente, ahora circula el rumor de que los ahorradores están retirando, asustados por el caso de los sellos, los depósitos de entidades bancarias que operan por internet. Una vez más parece que se las características físicas -o la ausencia de ellas- de un activo condicionan su percepción a ojos del público. Así, tan normal podía parecer invertir en sellos porque se pueden tocar como sacar el dinero de internet porque no se ven sillas ni mesas. O considerar que una ley universal protege los ladrillos de caídas en el precio.