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La columna de Jack y Suzy Welch

Sea el jefe, no un colega

Tengo una empresa de 14 empleados, a los que tratamos muy bien. Organizamos fiestas con ocasión de cumpleaños, nacimientos y bodas, y nos preocupamos por cada persona en particular, tanto a nivel individual como profesional. Aun así, se quejan constantemente, dicen que no apreciamos su valía. Parece que nada puede hacerles felices.

Ciudad del Cabo, Sudáfrica

Deje de hacer esfuerzos. Con la mejor de las intenciones, usted ha creado la clásica cultura de ayuda social. Sus empleados creen que usted trabaja para ellos, no al revés. Este fenómeno no es raro, y suele ocurrir en pequeñas organizaciones, donde los empleados desarrollan relaciones familiares y de amistad con sus jefes, y donde los jefes con frecuencia borran las barreras profesionales. Al final esa familiaridad excesiva puede salir mal, tal como ocurre con usted y sus empleados.

Da igual cómo haya llegado a esta situación. Lo único que importa ahora es que salga del aprieto con rapidez. Y la primera persona a la que necesita corregir es usted mismo.

Está a cargo de una empresa, no de un club social o de un servicio de consultas. Su prioridad esencial es ganar mercado, para que pueda seguir creciendo y ofrecer oportunidades a sus trabajadores.

Por supuesto, usted quiere que sean felices. Pero la felicidad debe ser resultado del éxito de la empresa, no de satisfacer todas sus necesidades. Cuando una compañía funciona bien, también sus empleados prosperan, a nivel personal y profesional.

Considere esa manera de pensar su nuevo credo. Convoque a sus empleados y hágales saber acerca de su cambio, y de su plan para cambiarlos a ellos. Juntos, usted y su equipo, deberán hacer una lista de comportamientos que permitirán ganar más a la empresa. Esos serán los nuevos valores de su compañía, pautas que tendrán que acatar.

Por ejemplo, uno de esos valores podría ser: 'Responderemos con la mayor prontitud a las exigencias de los clientes'. O 'sólo enviaremos productos que no tengan defecto alguno'. El objetivo de este proceso es muy simple: ayudar a sus empleados a entender que el propósito del trabajo es... bueno, trabajar.

Sin duda alguna, muchos se quejarán cuando usted desmantele esa cultura de los favores. Algunos empleados que le caen bien y a los que valora, tal vez renuncien en protesta. Acepte su pérdida y ofrézcales los mejores deseos de prosperidad en sus nuevas tareas.

Pronto descubrirán que la hierba no es más verde al otro lado de la cerca. Y usted comprenderá que su compañía funciona mejor cuando la principal preocupación no es quejarse sino ganar.

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