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Crónica de Manhattan
Crónica
Texto informativo con interpretación

Paciencia con China

La diplomacia estadounidense parece haber entrado en una fase en la que la paciencia y el pragmatismo mandan.

En el terreno económico es claro. La semana pasada, el departamento del Tesoro publicó el informe semestral de divisas y en él evitaba calificar a China de 'manipuladora de su moneda'. El secretario de este departamento, John Snow, admitió, no obstante, que estaba 'extremadamente insatisfecho con el lento y decepcionante paso de reformas en el sistema de cambios chino'.

La declaración de manipulación es algo con lo que ha amagado y amagado el Gobierno, pero a lo que aún no ha llegado pese a la protesta de políticos de ambos partidos, industriales y sindicatos por la escasa flexibilidad de cambio del yuan. Los que presionan por que se llegue a esta calificación aseguran que Pekín mantiene artificialmente bajo el valor de su divisa para ganar competitividad, y prueba de ello es el déficit comercial récord con este país: 202.000 millones de dólares en 2005.

No obstante, la Casa Blanca opta por buscar una solución multilateral a través del FMI, como ya se comprometiera tras la reunión de abril del G-7 y el propio Fondo. Así, en este informe semestral se urge al FMI a que 'intensifique sus esfuerzos para promocionar una mayor flexibilidad de cambio de China'.

La cautela de Washington es mayor que en otras ocasiones, ya que esta vez ni pide al Fondo que mantenga 'consultas especiales' con Pekín. Estas consultas, son un procedimiento diplomáticamente delicado que fueron solicitadas por el Tesoro en septiembre al director gerente de este organismo, Rodrigo Rato, quien se negó.

Aunque las críticas a esta diplomática postura del Tesoro han arreciado, muchos analistas señalan que EE UU no tiene nada que ganar con una postura agresiva. En sí misma, la declaración de 'manipulador' tiene escasas consecuencias. La ley estadounidense obliga a que se mantengan conversaciones bilaterales con el país en cuestión, algo que ya se hace. No obstante, es una afrenta que, además, manda dos mensajes, el primero a los mercados, que entenderían que el Gobierno quiere que el dólar se deprecie. El segundo, al Congreso, que entenderá que el tiempo de las negociaciones cordiales ha acabado y es hora de actuar legislativamente.

En el Congreso hay varias propuestas de ley que esperan el inicio de su tramitación. Una de ellas para imponer tarifas del 27,5% a los productos importados de China. Uno de sus patrocinadores, el senador demócrata Charles Schumer, ha protestado la decisión del Tesoro, pero a la vez dice que no presentará formalmente la propuesta hasta finales de septiembre. Otra iniciativa va encaminada a forzar el fin de algunos privilegios con el país que manipule su moneda, como recortar préstamos o forzar al Gobierno a oponerse a los concedidos por instituciones internacionales en las que participe, algo que no es tan duro como lo que propone Schumer.

En el Gobierno no gustan estas propuestas, que abrirían una guerra comercial con China, un país al que necesita a su lado desde el punto de vista de política estratégica y también económica, puesto que es uno de los mayores tenedores de deuda americana. Y no hay que enfadarse con el banquero.

Andy Xie, economista jefe de Morgan Stanley en Hong Kong aseguraba esta semana que realmente, 'EE UU no tiene en su poder ninguna amenaza creíble contra China'.

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