'Procuro ir a territorios nuevos'
Qué tiene más fuerza, la afrenta política o la puramente sentimental? En definitiva, ¿los seres humanos actúan empujados por la razón o por las emociones? Antonio Soler (Málaga, 1956) ahonda en el dilema en El sueño del caimán (Destino), su nueva novela después de El camino de los ingleses, ganadora del Premio Nadal en 2004 y adaptada al cine por Antonio Banderas.
El sueño del caimán es la historia de una venganza aplazada que se desarrolla en dos planos temporales, uno la Barcelona de los años 50, donde un grupo de resistentes al franquismo planea el asalto a un polvorín, y otro en Toronto (Canadá) a mediados de los 90, con el inesperado encuentro entre uno de los componentes del grupo y el presunto traidor. La idea de venganza rondará por su cabeza desde el comienzo de la narración.
'Cuando empecé a escribir, la historia iba a planear sobre la venganza, finalmente me di cuenta de que el tema central era la soledad', comenta el escritor. El protagonista, como otros personajes de Antonio Soler, es un desarraigado, moral y geográficamente. Se siente traicionado por el antiguo amigo, en lo político y en el aspecto sentimental. La presencia del otro le llevará a ajustar cuentas con su pasado. Antonio Soler anuda pasado y presente en una escritura que con los años se ha vuelto 'más desnuda y pulida'.
Transitar por los caminos que ya conoce no le estimula nada, reconoce Antonio Soler. 'Cada vez que intento escribir una novela procuro explorar nuevos territorios. Eso siempre resulta complicado. Procuro ir a territorios nuevos', revela. En El camino de los ingleses dejaba hablar a chicos que iniciaban la vida, en El sueño del caimán, los personajes son revolucionarios, a veces en la frontera entre la lucha política, la delincuencia común o incluso el terrorismo. 'A partir de ahí, trabajé siempre con tres personajes: uno provenía del mundo proletario, otro de la burguesía catalana y una mujer que está en medio de los dos'.
El camino de los ingleses era una novela de sensaciones y emociones; la actual, de ideas, el autor trata de sopesar el mundo emocional desde un punto de vista mucho más frío. 'Empecé a escribir la novela con cierta prudencia y temor, porque sabía que me metía a explorar un territorio que no había transitado y que además lo hacía desde un punto de vista formal más seco, contundente. A mitad de la novela estaba completamente relajado y tranquilo, porque me daba cuenta de que había cubierto las metas propuestas', destaca.