Adiós al gigante Galbraith
John Kenneth Galbraith, que falleció el pasado sábado en EE UU a los 97 años, fue uno de los más grandes economistas del pasado siglo. Sus propios colegas lo reconocieron nombrándole en 1971 presidente de la Asociación Americana de Economistas. Probablemente si se preguntase a los norteamericanos de más de 30 años el nombre de un economista, citarían a Galbraith, también reconocido como uno de los grandes polemistas de su época. Como él mismo decía a sus estudiantes, 'si no puedes reconfortar a los afligidos, aflige a los que están confortables.'
Nació en Ontario (Canadá) donde estudio en el Agricultural College. Después continuo sus estudios en economía agraria en la Universidad de California Berkeley donde obtuvo su maestría y doctorado. Fue su conocimiento sobre economía agraria lo que le acerco al candidato demócrata John Kennedy, que perdió por un margen estrecho la nominación a vicepresidente en la Convención de 1956 por su posición sobre los subsidios agrícolas y acudió a Galbraith en busca de consejo en esa materia. Tras varios años trabajando en Washington y como investigador en Inglaterra, en 1949 se reincorporó a la Universidad de Harvard, como catedrático de economía hasta 1975, y donde en los últimos años fue profesor emérito .
Galbraith fue uno de los primeros proponentes en EE UU de las tesis de John Maynard Keynes, y a lo largo de su carrera se convirtió en crítico punzante del modelo capitalista de EE UU basado en el exceso de consumo, donde coexisten la opulencia privada y más inexcusable pobreza. Entre sus libros más notables destacan: El capitalismo americano y Teoría de Control de Precios (ambos de 1952), The Great Crash: 1929 (El Crac del 29) (1955), sobre la crisis bursátil de 1929; La sociedad opulenta (1958), probablemente su libro más conocido; El desarrollo económico (1962); El nuevo Estado industrial (1967), un himno al papel de la planificación y del Gobierno en la economía y que él consideraba como su trabajo más relevante, y La economía de objetivo público' (1973).
Pero Galbraith era mucho más que un economista. Era uno de los intelectuales más reconocidos en EE UU. Además de profesor de economía, trabajo como funcionario en distintas Administraciones, participo en la planificación de la Segunda Guerra Mundial, fue diplomático, escritor prolífico (publicó más de 30 libros) y novelista, y también periodista y asesor de presidentes y candidatos presidenciales.
æpermil;l se autodefinía como un 'operador de guerrilla independiente en la política Americana' y fue uno de los primeros críticos de la intervención de EE UU en Vietnam. Trabajó en los Gobiernos de Roosevelt y Truman, escribió discursos para el candidato demócrata Adlai Stevenson, fue embajador en la India con el presidente Kennedy, con el que tuvo una larga y distinguida relación (aunque como el mismo Galbraith reconocía, Kennedy 'estaba encantado de que sirviese en su Administración pero a una distancia prudente en un lugar como la India'), rechazo la oferta del presidente Johnson de dirigir los Cuerpos de Paz, y participo activamente en las campañas de los candidatos demócratas Eugene McCarthy y George McGovern. En el 2000 el presidente Bill Clinton reconoció su larga trayectoria y contribuciones concediéndole la Medalla Presidencial de la Libertad, la distinción de mayor honor que se puede conceder a un civil en EE UU.
Pese a que sus ideas contra las tesis monetaristas y su oposición al principio de que la economía se debía dejar gestionar por una mano invisible fueron sistemáticamente derrotadas en los setenta y ochenta, Galbraith nunca dejo de ser relevante. Fue uno de los críticos más acérrimos de las políticas de Margaret Thatcher y Ronald Reagan (sus disputas con Arthur Laffer, conocido por la curva Laffer y uno de los principales proponentes de Reaganomics, son legendarias), que le llevaron a publicar La cultura de la satisfacción, en el que describía cómo el surgir de una mayoría de votantes satisfechos en EE UU estaba acelerando el surgir de una clase marginada y el coste social que esto tendría.
Galbraith, con su convicción profunda en el poder de las ideas convencionales (él introdujo el concepto del 'saber convencional') perfeccionó el modelo del economista como crítico social y contribuyo como nadie a acercar el campo de la economía a los no expertos. Su serie de televisión de 1977 para la BBC La era de la incertidumbre tuvo gran éxito y le permitió llegar a una nueva audiencia.
En un momento en que la distribución de riqueza esta cada vez más polarizada en EE UU, y en que el Gobierno implementa políticas fiscales que favorecen a los ricos con un gran coste social y de futuro, sus críticas al modelo capitalista americano y su posición de que la economía estadounidense no responde suficientemente a las necesidades públicas parecen más relevantes que nunca.