La quiebra de las botas Hunter hunde otro icono británico
Además de aplastar a las fuerzas napoleónicas en la batalla de Waterloo, el duque de Wellington también fue creador de moda. A principios del siglo XIX el duque de hierro encargó a su zapatero Hobb's, del elegante barrio londinense de St. James's, una botas de piel cuyo diseño fue tomado del modelo que llevaba la caballería alemana. A partir de esta fecha las botas Wellington empezaban a ganar aficionados entre las familias terratenientes de Inglaterra. Con los años, las botas, que ya se conocían cariñosamente como wellies, empezaban a fabricarse de goma de color verde, por sus cualidades impermeables y su camuflaje, prácticas para cacerías.
Hace unos días la casa Hunter, que desde hace 150 años ejerce una especie de monopolio en la fabricación de estas botas (el modelo de imitación de Barbour entró mucho más tarde) se declaró en quiebra con deudas que suman tres millones de euros. Por ahora, la firma de contabilidad KPMG se ha hecho cargo de la administración de la fábrica de Escocia.
Hunter ha llegado a ser incluso una pieza clave en la estrategia militar del Gobierno. Durante la primera Guerra Mundial, la casa suministró botas para las tropas en las trincheras. Así que la crisis de Hunter representa más que la quiebra de una pequeña empresa con unos 100 empleados. La compañía es titular de la Royal Warrant, que es la concesión de la Casa Real para el suministro de bienes y servicios.
Hunter cuenta entre sus clientes con la reina Isabel II y el príncipe Carlos, además de la modelo Kate Moss y la cantante Madonna, todos fotografiados un sinfín de veces calzando las famosas botas. La casa fabrica unos 200.000 pares de botas al año. Los modelos normales se venden por 30 euros aproximadamente, pero hay versiones de encargo que cuestan más de 200 euros.
'Nuestra intención es buscar un comprador para la compañía y no creo que esto presente ningún problema, dado el alto prestigio internacional de la casa', dijo Richard Fleming, director de KPMG. Fleming reconoció que había fracasado el intento de Hunter de diversificar la gama de productos en los últimos años, añadiendo a su línea tradicional los gorros y las chaquetas de campo. Las últimas dos décadas han sido un periodo nefasto para los iconos de la industria británica. La casa de chocolatinas Kit Kat fue adquirida por Nestlé en 1988 y a partir de aquella fecha muchos de las grandes marcas del país empezaron a caer en manos extranjeras, sobre todo en el sector del motor. Jaguar se fabrica por la estadounidense Ford desde 1990. El entrañable Mini pasó a ser propiedad de BMW en 1994 y Rolls-Royce pasó a manos del mismo fabricante alemán en 1998. æscaron;ltimamente los nostálgicos han tenido que lamentar la pérdida de la famosa tienda de juguetes Hamleys, que en 2003 entró a formar parte del imperio islandés Baugur.