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CincoSentidos

'Todos llevamos un monstruo en el interior'

En ciertos contextos, como el de la guerra, matar se convierte en la única manera de vivir. 'O matas o estás muerto. Unos matan por justicia, otros por orden y, al final, hay mucha muerte, pero ni justicia ni orden'. Es lo que explora Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975) en Abril rojo, la novela ganadora del Premio Alfaguara de Novela.

Ayacucho, Semana Santa de 2000, en vísperas de elecciones presidenciales. El fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar tiene que investigar una serie de asesinatos en serie que a primera vista parecen ejecutados por Sendero Luminoso, grupo terrorista que ha sido derrotado oficialmente ('Grábese en la cabeza una cosa: en este país no hay terrorismo, por orden superior. ¿Está claro?', aconsejan al protagonista). El jurado del Premio Alfaguara destacó la originalidad en el tratamiento de un tema político con las peripecias de una novela negra. 'Ha llegado un punto en que la realidad y la ficción son muy difíciles de distinguir, por eso en una novela como ésta me interesaba crear una ficción de thriller, y a la vez, alimentarla de la realidad, torturas, muertos, desapariciones'.

El autor, residente en España desde hace cinco años, pertenece a una generación que creció con el cine. Abril rojo se nutre de esa herencia audiovisual, pero también de escritores que se enfrentan al reto de narrar el horror y la crueldad, 'las dos cosas que están más allá de toda explicación racional', como Ian Mcewan, J. M. Coetzee o Roberto Bolaño, cita Roncagliolo. 'Me interesa que el lenguaje sea un vehículo que traslade a la ficción, no un estorbo para llegar a ella'.

Santiago Roncagliolo, como Alonso Cueto con La hora azul (Premio Herralde de Novela 2005), se atreve a sumergirse en un periodo dramático de la historia de Perú. 'Todos los países necesitan su tiempo de duelo para asimilar dramas y derramamientos de sangre', reflexiona. Cree que la aparición del informe de la comisión de la verdad canceló una etapa de enfrentamientos en el país y marcó el inicio de una etapa de reflexión, que permitió escribir y plantear preguntas sobre la guerra entre el ejército peruano y los terroristas de Sendero Luminoso. Coincide con un momento en que el mundo se hace las mismas preguntas. '¿A qué países hay que invadir para que el mundo sea más seguro? ¿Cuántas libertades hay que restringir para vivir más libres?', medita Santiago Roncagliolo. El escritor conoció ésa crueldad cuando trabajaba en una organización de derechos humanos. 'Abril rojo es la transfiguración en la ficción de mi experiencia personal'. Conforme Félix Chacaltana investiga los asesinatos, va descubriendo las cicatrices de la guerra y los abismos del ser humano. Y con él, el lector. 'Escribes para producir en otro la misma indignación'.

El protagonista cree que el mundo se puede encerrar en la normativa. Está obsesionado con su madre muerta, a la que ha construido una especie de altar. En un medio tan conflictivo, el único modo de expresar sus emociones es la violencia. Su transformación es sólo el proceso de quitarse la máscara del ser mediocre y dejar salir al monstruo. 'Todos llevamos ese monstruo, hemos aprendido a domesticarlo. Si el thriller es tan atractivo es porque nos pone en contacto con nuestro psicópata interior'.

Asesinatos en Ayacucho y en Semana Santa

Santiago Roncagliolo es responsable de la macabra estética de la muerte con que obsequia al lector, pero no de las brutalidades que se narran en la novela, se defiende el autor que llamó la atención de la crítica con Pudor (2005). Los asesinatos suceden en Ayacucho, que significa 'rincón de los muertos', donde ocurrió la guerra contraterrorista y punto medio entre la cultura blanca (Lima, capital fundada por los españoles) y andina (Cuzco), y en Semana Santa, celebración que, como el mito del Inkarri, consagra la muerte como inicio de una nueva vida.Como siempre, su nueva novela, que se demorará por la gira del Alfaguara que recibirá el próximo lunes, será muy distinta.

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