Gobernar un país dividido en dos
El candidato italiano de centro-izquierda, Romano Prodi, se proclamó ayer vencedor de las elecciones legislativas al hacerse con mayoría de votos tanto en la Cámara Baja como en el Senado. Sin embargo, Il Professore tendrá que gobernar con el lastre de saber que el país está prácticamente dividido a la mitad. Una situación muy parecida a la de Alemania, donde la conservadora Angela Merkel tuvo que recurrir a un pacto con los socialdemócratas para poder ocupar la cancillería. Y también a la de Estados Unidos en las elecciones de 2000, cuando el republicano George Bush alcanzó la presidencia a pesar de contar con menos votos que el demócrata Al Gore y tras un rocambolesco empate técnico que tuvo que ser deshecho por el mismísimo Tribunal Supremo.
Gobernar un país dividido exactamente a la mitad empieza a convertirse, pues, en algo habitual en las grandes democracias occidentales. Y tanto Bush como Merkel están demostrando que es algo viable si el gobernante logra afianzar su liderazgo. Sin embargo, Prodi afronta esta difícil tarea con una desventaja adicional: en lugar de un gran partido unificado, el veterano economista tiene como pilar político una variopinta coalición de partidos que podría desmembrarse tan pronto como el nuevo primer ministro empiece a poner en marcha las reformas que necesita el país. Eso es lo que ocurrió en 1998, cuando el mismo Prodi se vio forzado a presentar la dimisión tras perder el respaldo de los comunistas. Silvio Berlusconi, que ayer se resistía a reconocer públicamente su derrota, probablemente intentará alimentar la disensión en el seno de la coalición de Gobierno para tratar de repetir aquel episodio.
Es de esperar que el escenario de 1998 no se repita ahora y que La Unión liderada por Il Professore haga honor a su nombre a lo largo de toda la legislatura. Italia tiene retos demasiado importantes que asumir y sólo podrá hacerlo con un liderazgo político firme.