Una larga y tormentosa relación con el Ejecutivo comunitario
Los enfrentamientos entre Bruselas, la capital europea, y laRoma de Silvio Berlusconi han sido continuos durante los últimos cinco años y los conflictos hanminado la credibilidad de Italia entre sus socios comunitarios. Berlusconi ha sido uno de los aliados de Tony Blair en la crisis sobre la invasión de Irak que dividió Europa en 2003.
Por su parte, el Parlamento europeo llegó a vetar en 2004, por primera vez en la historia comunitaria, al candidato a comisario europeo, propuesto por el Gobierno de Berlusconi. Roma se vio forzada a reemplazar al ultraconservador Rocco Buttiglione por el también conservador, pero menos polémico, Franco Frattini.
El desdoro de la representación italiana en Bruselas contrasta con la fuerte presencia en la anterior legislatura, cuando el propio Prodi presidía la Comisión Europea yMarioMonti ocupaba la poderosa cartera de Competencia. Pero el caso Buttiglione ha sido la norma más que la excepción. El año pasado, Bruselas mantuvo una vigilancia estrecha sobre la conducta del gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio, en las opas del BBVA y ABN sobre el BNL y Antonveneta, respectivamente. Fazio acabó renunciando en diciembre a un cargo que en teoría era vitalicio.
Otras veces, sin embargo, el magnate reconvertido en político se salió con la suya. Así fue cuando su Gobierno supeditó un histórico acuerdo sobre la fiscalidad del ahorro en la UE a que Bruselas aceptase condonar una sanción por superar la cuota de producción lechera concedida a Italia. Berlusconi también ha sorteado durante años el Pacto de Estabilidad, aprovechándose de que Berlín y París tampoco lo cumplían.
La deuda italiana, que ya superaba el 100% cuando Italia accedió al euro a pesar de que el máximo permitido era el 60%, ha seguido alejándose de ese nivel y se encuentra ya por encima del 108%. A la evolución de la deuda se suma el ingente déficit fiscal, que ha ido creciendo en los últimos años.
Corrección fiscal
La UE ha fijado de plazo hasta 2007 para que Roma corrija el déficit fiscal. En 2005 superó el 3% del PIB, límite impuesto por Bruselas. Si el Gobierno saliente de las urnas no lo logra, Italia podría enfrentase a las sanciones previstas en el Pacto de Estabilidad.