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Tribuna
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Europa, actor mundial

Desde la adhesión de España a la UE, ésta se ha ido consolidando en el ámbito político además del económico. A pesar de la crisis desatada por el 'no' francés al Tratado Constitucional, el autor se muestra optimista y aboga por una Europa fuerte en el escenario internacional

La Unión Europea es hoy muy diferente de aquellas Comunidades Europeas a las que España se adhirió hace 20 años. Muchas cosas han cambiado. Algunas de forma profunda.

En primer lugar, los Estados que la componen. De 12 se ha pasado a 25 (y pronto a 27), en un proceso de ampliación que ha incorporado a la Unión a países que sólo de forma muy reciente habían llegado a dotarse de un sistema democrático y de una economía de mercado. No se ha tratado por ello de una ampliación meramente numérica. Manteniéndose intacto el llamado acervo comunitario (el conjunto de normas y prácticas que la Unión ha ido creando a lo largo de su casi medio siglo de historia), los nuevos Estados han aportado una visión en cierta medida diferente de numerosas cuestiones básicas que ha determinado que la Unión sea hoy un entorno mucho más complejo pero también mucho más rico y representativo.

Turquía, Croacia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia son ya candidatos. Igual status esperan otros países de los Balcanes Occidentales. No son candidaturas que vayan a resolverse en un futuro inmediato, pero sí están en el horizonte de cómo será la Unión en el largo plazo.

Desde antes de la gran ampliación al Centro y el Este, la Unión había comenzado un proceso de profundización política. Se ha ido transformando a lo largo de estos 20 años, poco a poco, de una organización de carácter predominantemente económico en una Unión con clara vocación política.

El Tratado de la Unión Europea, el de Ámsterdam, el de Niza han sido jalones en este proceso en el que el Tratado Constitucional marcaba una nueva etapa. Este último texto está ahora sometido a las incertidumbres de todos conocidas. Esas incertidumbres son una mala noticia para los que creemos que el camino emprendido en Maastricht es bueno para Europa y, en particular, para España.

Es todavía pronto para saber cómo se resolverá este paréntesis. Baste constatar que la experiencia histórica nos indica que la Unión ha salido siempre renovada y reforzada en todas y cada una de sus anteriores crisis. No me cabe duda que en esta ocasión volverá a suceder lo mismo.

De ese proceso de profundización política quiero destacar uno de sus aspectos, el más cercano a mi actividad en la Unión, el de las políticas exterior y de defensa, las que más rápidamente se han desarrollado.

El Tratado de Maastricht crea la Política Exterior y de Seguridad Común y los dos Tratados sucesivos dotan la UE de instituciones y de medios de actuación. La Política Europea de Seguridad y Defensa nace en 1999 y enseguida va desarrollando también su propio soporte institucional y adquiriendo las necesarias capacidades militares y civiles para ser eficaz.

El cambio en sólo siete años ha sido considerable, y sobre todo, irreversible. La Unión ha adquirido conciencia y voluntad de la necesidad de actuar como un actor global. La Unión se ha dotado, en definitiva, de una política exterior.

La acción exterior va a seguir teniendo cada vez más importancia en el conjunto de políticas de la Unión. Se trata no sólo de una tendencia lógica en un mundo multipolar en el que la Unión es uno de los puntos de referencia, sino de una exigencia de los ciudadanos europeos y del resto de la comunidad internacional.

En esta última cuestión, es de destacar hasta qué punto otros Estados u organizaciones internacionales, otras opiniones públicas otorgan a la UE un papel en el concierto mundial, y lo hacen con una percepción mucho más clara de su relevancia que gran parte de los propios ciudadanos europeos. Hay una demanda internacional para que la Unión actúe, se implique. Y debemos responder a esa exigencia.

Fruto de ello es el enorme crecimiento del número de operaciones de carácter civil y militar que la Unión lleva a cabo en el exterior. Desde que el 31 de marzo del 2003 la Unión iniciara su primera operación militar en la Antigua República Yugoslava de Macedonia, hasta que el pasado 1 de enero se lanzara una operación de apoyo a la policía palestina, en menos de tres años, la UE ha realizado 14 operaciones (de las cuales 10 están todavía activas) en escenarios tan diversos como los Balcanes Occidentales, Georgia, África o Aceh (Indonesia).

Junto a ello, y tras afianzarse como punto de referencia en los Balcanes, la Unión desempeña un papel cada vez más importante en algunas cuestiones clave como el conflicto israelo-palestino, Irán o la evolución en algunos países de Europa oriental. Desarrolla además, progresivamente, una relación estratégica con otros actores clave en las relaciones internacionales como Estados Unidos, Rusia, China, India o los principales países iberoamericanos.

Es en fin, el primer donante de ayuda al desarrollo y factor de estabilidad en la escena internacional.

La Estrategia Europea de Seguridad, base doctrinal de la política exterior de la Unión, afirma que 'la UE es inevitablemente un actor de envergadura mundial y (…) tiene que estar dispuesta a asumir su responsabilidad en el mantenimiento de la seguridad mundial y la construcción de un mundo mejor'. Este es uno de los pilares básicos de la construcción europea. Y está siendo uno de los más sólidos. Debemos seguir por ese camino.

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