Rubalcaba, en el motor del proceso de paz
Hace dos meses, cuando todavía provocaba sus decibelios el Estatuto catalán a su paso por el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba sorprendió a un grupo de periodistas por su alto conocimiento de los zutabe (boletines internos) de ETA y de lo que en aquel entonces podía cocerse dentro de la banda. En medios políticos socialistas y del PNV se le señalaba ya entonces como uno de los artífices del proceso de paz en la sombra e, incluso, como posible futuro interlocutor del Gobierno con la organización terrorista cuando llegara el momento de la negociación. Su nombramiento como ministro del Interior no confirma en modo alguno estas presunciones, pero sí evidencia el interés de Zapatero de integrarle plenamente y a la luz del día en las decisiones más importantes que afectarán al proceso de paz.
El momento elegido por el presidente para aceptar la dimisión de Bono, seis meses después de que ésta le fuera planteada de forma verbal, es significativo, aunque haya causado sorpresa a todos, incluido al propio ministro de Defensa. La reforma del Estatuto catalán ya ha entrado en el Senado, el 18 de junio ha sido fijado como fecha no oficial para celebrar el correspondiente referéndum y el alto el fuego de ETA ha arrancado el motor con el que Zapatero piensa recorrer el camino hasta la paz, que ya ha calificado de largo, duro y difícil.
Fuentes gubernamentales dan por hecho que el presidente seguirá conduciendo personalmente el proceso y de que tratará en todo momento de aumentar la complicidad del PP a través de una relación directa con Mariano Rajoy. De engrasar el motor se ocuparán, básicamente, Alfredo Pérez Rubalcaba, desde Interior, José Antonio Alonso, desde Defensa, y Juan Fernando López Aguilar, desde Justicia. Los tres gozan de la máxima confianza de Zapatero y serán los que adopten junto al presidente las decisiones más importantes en el ámbito policial y penitenciario, a partir de las informaciones que periódicamente se reciban en La Moncloa de los servicios de información de la policía y la Guardia Civil y, también del Centro Nacional de Inteligencia, cuyo control pasa ahora a manos de Alonso. La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, dijo este viernes que no entra en las previsiones del Gobierno el cambio del titular de este organismo, Alberto Saiz, un ingeniero de montes que sirvió a Castilla-La Mancha en la etapa de Bono como presidente desde la cartera de Industria. El primer foco de tensión entre Bono y Alonso surgió, precisamente, cuando ambos se disputaron las competencias sobre el CNI y, por tanto, el control sobre la información más sensible para el Estado.
Desde todos los puntos de vista, el encaje de los cambios conocidos este viernes es el más lógico. De hecho, en marzo de 2004, Alonso prefería la cartera de Defensa a la de Interior, cargo este último que ha ejercido con tanta discreción como eficacia a juicio de la mayoría de sus compañeros de Gabinete y de las principales fuerzas políticas.
Rubalcaba quedó entonces fuera del Gobierno, pero desde el Grupo Parlamentario ha tenido en este tiempo más influencia que muchos ministros. Ha sido quien ha lidiado en primera persona las negociaciones más difíciles sobre el Estatuto catalán, observadas con recelo y abundantes dosis de escepticismo por buena parte del PSOE durante casi todo su proceso, y también quien ha sabido asentar una estabilidad parlamentaria que primero pivotó sobre Esquerra Republicana e Izquierda Unida y, en lo que resta de legislatura, lo hará sobre Convergència i Unió. Con el patio parlamentario mucho más sereno, su sustituto heredará una situación más cómoda. El relevo se hará oficial el próximo lunes, 17, en el marco de la Ejecutiva Federal del PSOE. El actual secretario general del grupo, Diego López Garrido, es el que más papeletas reúne para sustituir a Rubalcaba en esta responsabilidad dada la gran confianza que suscita en Zapatero desde el papel protagonista que ejerció en la sombra de la negociación del Estatuto catalán. No obstante, hay federaciones del PSOE que han puesto en circulación otros candidatos.
El ajuste de Gobierno encarado este viernes por Zapatero demuestra que su prioridad descansa en llevar a buen puerto el alto el fuego de ETA y también que el área económica del Gobierno se encuentra consolidada, a pesar del cansancio que en ocasiones ha mostrado el vicepresidente segundo, Pedro Solbes, por las interferencias sufridas desde la Oficina Económica de La Moncloa. Zapatero podría haber aprovechado esta oportunidad para retocar este área, en la que también se inserta el ministro de Industria, José Montilla, y no lo ha hecho.
Otro tanto cabe decir de los rumores que situaban a diversos miembros del Gobierno, como son los casos de Jordi Sevilla, de Juan Fernando López Aguilar, de Cristina Narbona o de Carmen Calvo, al frente de las futuras candidaturas electorales en la comunidad valenciana, la canaria, o los ayuntamientos de Madrid y Córdoba. Bono ha salido, finalmente, del Consejo de Ministros, pero no parece dispuesto tampoco a competir el año que viene con Alberto Ruiz-Gallardón por la Alcaldía de Madrid.
No pocos dirigentes del PSOE temen a Bono más que a un nublado. Pero el hasta ahora ministro de Defensa se comprometió públicamente este viernes a irse, si puede, 'sin hacer daño a nadie' y en medio de grandes loas a la gestión y a la valía de Zapatero. Ganó el mejor, dijo en referencia a la batalla que le enfrentó a él en julio de 2000 por la secretaría general del PSOE. En aquel congreso perdió por sólo nueve votos de diferencia, una derrota que, en opinión de numerosos dirigentes de partido, todavía no ha digerido. La digna salida que recientemente dio Zapatero al ex alcalde de A Coruña Francisco Vázquez, nuevo embajador en El Vaticano, puede ser una referencia válida para el posible futuro destino de Bono allende los mares. Los dos tienen en común su catolicismo practicante y también su contestación a algunas de las políticas practicadas por Zapatero que han molestado a la Iglesia o a su conciencia como españoles.