Y la burbuja, ¿cuándo?
Lo malo de las burbujas es que uno no sabe que se han estado formando hasta que estallan. Entretanto, siempre hay quien advierte de que las cosas se están desmandando, mientras otros encuentran argumentos que justifican subidas aún mayores. Y al final el inversor no sabe a qué atenerse, porque ni quiere pecar de prudente y perder una oportunidad, ni quiere verse atrapado por un cambio brusco de la dirección del mercado.
Con los metales está sucediendo algo de este estilo. El oro cotiza en máximos de 25 años, que se dice pronto; la plata se vende a su nivel más alto en 22 años, el cobre ha alcanzado el precio más alto de su historia... y así sucesivamente.
La demanda de materias primas, especialmente de metales, vive una nueva e intensa oleada, impulsada en mayor medida por fondos de inversión y de alto riesgo, que han invertido profusamente en las últimas dos semanas.
El oro se está beneficiando de la reciente caída del dólar, cuyo comportamiento suele afectarle de manera inversa. También le afecta la subida del petróleo y las tensiones inflacionistas que genera, pues el metal ha sido tradicionalmente un activo refugio.
Metales como el cobre han subido como la espuma por una relación muy ajustada de oferta y demanda. El crecimiento chino es causante directo de esta apreciación desorbitada. Pero no es el único; India y probablemente Brasil contribuirán en un futuro cercano a aumentar la demanda.
Y luego está el componente psicológico. Dicen los expertos que si el oro supera los 600 dólares por onza podría producirse una euforia compradora que llevara el precio del metal a nuevos máximos.
Con estos ingredientes, los grandes fondos han optado por diversificar sus carteras con metales; señal teórica de que las subidas están justificadas. Sin embargo, siempre queda la duda: ¿en qué momento la subida es producto de una burbuja? Probablemente, habrá que esperar a que estalle para saberlo.