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Columna
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El empleo dialogado en Gijón

Estamos en vísperas del Primero de Mayo, una fiesta que se quiere anticipar con el acuerdo a tres bandas -sindicatos, patronal y Gobierno- sobre la reforma laboral cuya negociación se encuentra en el telar desde hace casi dos años. Por eso, el diálogo del miércoles en Gijón dentro del VI Seminario Europeo del Empleo entre José María Fidalgo, de Comisiones Obreras; Cándido Méndez, de UGT; Severino García Vigón, de CEOE; Miguel Arias Cañete, del PP, y Graciano Torre, del Gobierno del Principado, sirvió para confirmar las expectativas y conocer mejor los perfiles de las posiciones que deberían acordarse. También permitió el asombro ante la moderna terminología usada por los sindicatos, imbuidos de Europa y del Foro de Davos, y por el PP, plagada de referencias a la OIT, mientras que la patronal se aferraba a la primariedad de conceptos arrumbados por el viento de la historia a la playa de la insignificancia, según expresión acuñada por el inolvidado Julio Cerón, q.D.g. muchos años en su castillo de Perigueux.

Ante un auditorio de más de doscientos asistentes convocados por la Asociación de Periodistas Europeos y el Ayuntamiento de Gijón, Miguel Arias Cañete, secretario ejecutivo de Política Económica y Empleo del Partido Popular, subrayó la anormalidad de la elevada tasa española de temporalidad en el empleo, que es 2,5 veces la media de la Unión Europea. Luego mencionó el retroceso continuado de la productividad y el aumento del déficit exterior situado en cifras sólo comparables a las de EE UU. Por estos senderos propuso reformas más valientes y más ambiciosas que sonaron a reducciones de las actuales protecciones sociales. Claro que Arias Cañete se salió del esquema que hubieran querido atribuirle para instalarse en la sospecha frente a la desregulación y desmarcarse del ultraliberalismo. Prefirió acogerse a los criterios de la OIT, según los cuales la excesiva temporalidad es nociva para las empresas del mismo modo que la permanencia pasado el límite máximo de doce años se averigua ineficiente.

El segundo turno fue para Cándido Méndez, secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT). Lo dedicó a dar cuenta de los diferenciales que separan la situación española de la que caracteriza a la Unión Europea. Se explayó a propósito de la Estrategia de Lisboa. Criticó la falta de compromiso y la ausencia de coordinación de las políticas económicas nacionales, causa de la falta de sinergias que deberían haberse producido. Hizo una travesía por la Directiva de Servicios que hemos dado en llamar directiva Bolkestein. Se refirió a los pactos para promover la igualdad de género y la legalización de inmigrantes adoptada en España y que ha servido de modelo para lo que ahora intenta EE UU. Propugnó la reducción de los encadenamientos en las contrataciones temporales y la adopción de elementos de regulación en las subcontratas.

La fiesta del Primero de Mayo se quiere anticipar con el acuerdo a tres bandas sobre la reforma laboral

José María Fidalgo, secretario general de Comisiones Obreras (ce, ce, o, o, que diría aquel inolvidable director de los informativos de TVE, Alfredo Urdaci), explicó por qué el aumento del empleo conlleva por lo general pérdida de competitividad. Luego se preguntó por qué un mismo Estatuto de los Trabajadores produce diferencias en la contratación temporal en las distintas comunidades autónomas. Repasó los sectores más sometidos a la competencia para demostrar que en ellos es inferior la temporalidad de los contratos y se refirió al Foro de Davos donde la competitividad es una variable independiente de los salarios. Coincidió con Méndez en el fraude generalizado en la temporalidad y aclaró que el contrato temporal debe obedecer a una causa y el indefinido debe incluir una indemnización al extinguirse.

La intervención de Severino García Vigón, presidente de la federación Asturiana de Empresarios y miembro del Comité Ejecutivo de la CEOE, que hablaba en nombre de José María Cuevas, fue la única que recuperó el lenguaje de la lucha de clases. Además de mostrarse incapaz de dar razón de por qué la patronal insiste en la flexibilidad mientras las empresas adoptan para sus directivos unos blindajes exorbitantes. En suma que los sindicatos ofrecieron una imagen de modernidad cuando siempre los hemos tenido por retardatarios y la patronal nos devolvió a las cuevas pero de Atapuerca. Continuará.

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