La desprotección de la prensa
Imaginen una empresa que se dedique a grabar en DVD las series emitidas por televisión, ponerles una etiqueta y comercializarlas masivamente. O que se dedique a grabar CD combinando canciones de diversos artistas para distribuirlos, previo pago, a listas de aficionados al pop, el flamenco o el hip hop. Todo ello, aduciendo algo parecido al 'derecho de cita' y porque ninguno de esos artistas o productores televisivos le ha contactado para negarse expresamente a que su obra sea comercializada por dicha empresa. Pues bien, esto es lo que propone la nueva Ley de Propiedad Intelectual en el caso de los periódicos. A menos que se modifique en el Senado, el articulado de la ley permitirá a las empresas de press clipping seguir usurpando impunemente la propiedad intelectual de los editores de diarios.
El artículo 32.1 del proyecto remitido por el Gobierno a las Cortes aclaraba que 'no tendrán la consideración de citas las recopilaciones de artículos periodísticos que consistan básicamente en su mera reproducción cuando dicha actividad se realice con fines comerciales'. Esta redacción, que recibió el apoyo de la Comisión de Cultura del Congreso, fue, sin embargo, modificada por una sorprendente enmienda transaccional. Con dicha enmienda, el editor de periódicos está obligado a mostrar expresamente su rechazo a la reproducción de su obra para que ésta se considere prohibida. Que viene a ser lo mismo que si el propietario de un vehículo tuviese que comunicar a quien pretende sustraérselo que se opone a ello para que se entienda prohibido el robo. Además, el artículo en su nueva redacción habla de 'remuneración equitativa' sin indicar cómo establecerla y, en cualquier caso, no reconoce claramente que el derecho de reproducción corresponde al editor.
La prensa es un pilar básico para una democracia plural y participativa. De ahí que resulte inadmisible ver cómo los grupos parlamentarios renuncian a protegerla con, al menos, el mismo ahínco con que luchan contra la piratería de productos artísticos. Un desatino que es de esperar que se corrija en el Senado.