Francia multa a General Electric por no traducir sus documentos
La justicia sanciona a la compañía con 580.000 euros por no aplicar la filosofía de la 'excepción cultural'
Es sabido que los anglicismos no son bienvenidos en Francia. Ejemplos de uso cotidiano que en otros países han sido asumidos, como e-mail o fax, chirrían en el país galo. Tampoco se ha ganado la batalla a términos como shareholder, stock option, marketing, benchmarking o lobby, que marcan el tono de los negocios en todo el planeta, y se han extendido aún más rápidamente con el fenómeno de la globalización económica. Sin embargo, el país vecino ha ganado la batalla al inglés nada menos que a la multinacional estadounidense General Electric (GE).
El Tribunal de Versalles condenó el pasado 2 de marzo a la compañía instalada en suelo francés a traducir a este idioma todos los documentos internos destinados a sus empleados, y a ofrecer una versión francesa de los programas informáticos. Los sindicatos, encabezados por la central CGT, habían presentado hasta 58 documentos como prueba de que la empresa no respetaba la ley que en Francia hace obligatorio el uso del francés en las empresas 'en cualquier documento que el empleado necesite para la ejecución de su trabajo'.
El veredicto estuvo acompañado de una multa de 580.000 euros cobrada por el sindicato CGT, y de 20.000 euros de sanción por cada documento no traducido en un plazo de tres meses posteriores a la condena. De poco sirvió la apelación de General Electric -que emplea a 1.500 personas de 45 nacionalidades en su planta situada cerca de la ciudad de Versalles-, que esgrimió en su favor el carácter 'internacional' de la compañía y por ende el uso del inglés como idioma de trabajo. La condena podría sentar jurisprudencia. Hasta 18.700 filiales de grupos extranjeros están instaladas en suelo francés, y Estados Unidos, como primer inversor extranjero, emplea a 430.000 personas en este país.
Francia multiplica los frentes para frenar el retroceso de su idioma, que incluso sacrifican los dirigentes de las grandes empresas galas. Durante la cumbre europea que el pasado jueves reunió en Bruselas a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veinticinco para dar un impulso a la modernización económica de la UE, hubo una reacción insólita. El presidente francés, Jacques Chirac, abandonó la sala en el momento en que el presidente de la patronal europea, Ernest-Antoine Seillière, comenzaba a criticar, en inglés, el proteccionismo de los Estados en materia energética. Chirac arrastró consigo sus ministros de Asuntos Exteriores y de Economía. 'He quedado profundamente impactado de ver a un francés expresarse en inglés en la mesa del Consejo', explicó después el mandatario francés. El caso es que para Seillière, antiguo jefe de jefes en Francia y no precisamente próximo de Chirac, 'el inglés es el idioma de la empresa'.
Ni siquiera la UE, otrora refugio de francófilos, es ya sinónimo de Union européenne, sino de European Union. La estocada final llegó con el italiano Romano Prodi al frente de la Comisión Europea, en 1999. Desde entonces, la mayoría de documentos técnicos se redactan en inglés, aunque sea la versión francesa la primera en estar preparada. No en vano el centro de estudios de francés Alliance Française imparte cursos prácticamente gratuitos a diplomáticos en Bruselas.