Opa y contraopa
En torno a la opa sobre Endesa por parte de Gas Natural, y a la contraopa que ha presentado la alemana Eon, se ha montado una ceremonia de la confusión que dice bien poco del rigor de la vida pública española.
Todo empezó cuando Gas Natural ejerció su derecho de hacer una oferta pública de adquisición de acciones de Endesa. El proceso debería haber continuado por una valoración del organismo regulador de la competencia, que certificara si la fusión afectaba o no a la competencia (a los consumidores) y, si se obtenía una opinión favorable, el organismo regulador del mercado de valores debería haberse pronunciado sobre los términos de la oferta, para garantizar unas condiciones apropiadas para que los accionistas de Endesa decidieran acudiendo o no a la oferta. Otra empresa podría intentar mejorar la oferta inicial, lo que llevaría a repetir el proceso para que, en su caso, los accionistas decidieran.
Pero lo que está ocurriendo es algo bien distinto. A insólitas declaraciones de dirigentes del partido de la oposición, siguieron variados intentos de la cúpula de Endesa de judicializar el proceso en distintas instancias. El ardor defensivo de los máximos ejecutivos de una empresa enfrentada a una opa hostil suele estar motivado por la defensa de sus intereses particulares, por lo que deberían ser más contenidos en el ejercicio de esa defensa. Más en este caso, en el que su designación, cuando la empresa era totalmente privada, no fue ajena a intromisiones del anterior Gobierno. Presenciamos, a continuación, el poco edificante espectáculo de ver a los miembros de un tribunal regulador votar, exactamente, en línea con las posiciones de los partidos que les había nombrado. Que no sea la primera vez que ocurre (sucede frecuentemente en otros órganos reguladores) no deja de representar una degradación institucional.
En torno a las ofertas por Endesa se ha montado una ceremonia de la confusión que dice bien poco del rigor de la vida pública española
El Gobierno, entonces, decide en contra de la recomendación del tribunal regulador, lo que es su prerrogativa, pero no contribuye a fortalecer la credibilidad de ese tipo de instituciones.
Llegado este punto, cuando se iba a dar luz verde a la opa de Gas Natural para que los accionistas se pronunciaran, ¡al fin!, aparece el caballero teutón (blanco o no, es igual) con una oferta que mejora la anterior. Y entonces escuchamos una batería de singulares argumentos en contra, esgrimidos desde algunas áreas del Gobierno que se resumen en dos: el carácter estratégico del sector energético y la conveniencia de tener una gran empresa española en el sector.
El término sector estratégico es el más usado por los proteccionistas desde hace muchas décadas. Menos mal que no han acudido a él los Gobiernos intervencionistas (por otros motivos) sudamericanos, en donde buena parte del sector energético está controlado por empresas españolas. Aquí se trata de que la mayor empresa eléctrica sea propiedad de una empresa aún mayor de un país con el que no hay fronteras económicas, compartimos la misma moneda y política monetaria (esto sí que ha sido una -afortunada- cesión de soberanía) y compartimos un proyecto de creciente integración. La apelación nacionalista en este contexto resulta desgraciada. Y no sólo porque en este país lo que más sobra son proclamas nacionalistas de uno y otro ámbito, sino porque no contribuye a confiar en la construcción europea que, se supone, es un proyecto en el que estamos todos.
También ha sido desgraciada la modificación de las reglas del juego en el sector eléctrico (reformulación de las funciones de la Comisión Nacional de Energía, CNE, y pequeños cambios en el marco tarifario) tras la aparición de Eon. Sea o no esa aparición el motivo de las modificaciones, no se pueden cambiar las reglas del juego en medio de un partido.
Si por estratégico quiere decir que afecta directamente a todos los ciudadanos y actividades y que, además, es un sector con fuertes indivisibilidades que propicia estructuras menos competitivas, la respuesta es sí, de acuerdo. Pero por eso es un sector fuertemente regulado y esa regulación, que se mantendrá, es más importante que la nacionalidad de los propietarios de las empresas.
La idea de que es relevante la creación de una gran empresa energética española tampoco es muy sólida. En un horizonte próximo los mercados de energía primaria se van a endurecer, por lo que ser miembro de un gigante europeo demandante de energía primaria va a resultar más conveniente que tener una empresa grande a escala española, pero pequeña a escala mundial.
Por último, la integración del gas natural con la electricidad en una misma gran empresa, que para algunos no estimula la competencia y puede afectar negativamente a los consumidores, es un modelo compartido por las dos opantes.