La guerra ya no es invisible
Los economistas prevén un robusto crecimiento en 2006. El Dow Jones cerró el viernes llegando a los 11.279,65 puntos, a 60 del máximo histórico de enero de 2000, y además se crea empleo.
Siendo positivos, son datos insuficientes para detener la caída de George Bush en las encuestas que le han convertido en el presidente más impopular de los últimos 50 años. El problema no es sólo que a nivel doméstico las economías no sean tan boyantes o que la agenda del Gobierno esté casi paralizada sino que además los americanos se están dando cuenta ahora de que el país está realmente en guerra. Y que no va bien.
Hasta ahora la contienda ha sido casi invisible. Las 2.314 bajas de soldados en Irak no han calado del todo. En parte por los discursos triunfalistas y en parte porque se han prohibido las imágenes de féretros y entierros y se han medido las emitidas en televisión sobre la situación en Irak. La crudeza de la guerra no se ha visto ni sentido.
Ahora hay cambios. Hoy se cumplen tres años del inicio de una guerra que ha cambiado de objetivo tantas veces como ha sido necesario para justificarla. De buscar armas de destrucción masiva se ha pasado a la promoción de la democracia como primera razón. Y esta causa también se hunde según emerge el fantasma de la guerra civil.
Así, cada vez más ciudadanos creen que no ha merecido la pena. Hay un cambio de sentimiento popular con respecto a esta guerra y la ansiedad que crea consigue anular las buenas noticias.
Bush llega a este punto con su imagen de gestor afectada por el huracán Katrina, pero además ahora los americanos oyen decir a ex militares que la guerra estuvo mal planeada y mal ejecutada. Por si esto fuera poco, la semana pasada se enteran que EE UU hablará con Irán de una solución para Irak. Y es algo que se entiende mal cuando el propio Gobierno ha calificado a este país de enemigo número uno (de nuevo, Osama bin Laden no lo es). En su discurso radiofónico del sábado, el presidente quiso mandar un mensaje de calma y dijo que es optimista.
Muchos analistas dicen que esta crisis es 'la maldición de la segunda legislatura' y se solucionaría con un cambio en el gabinete. Los realistas creen que este no tiene sentido teniendo en cuenta cuales son los problemas y porque en particular el de Irak no es sólo una cuestión de mala gestión sino de juicio. Y eso ya no hay quien lo cambie.