'Pro domo sua'
Mi amigo Paco, uno de los más grandes alfareros / escultores que existen, me respondió con prontitud al otro lado del móvil: 'El rendimiento de tu trabajo'. Paco contestaba a mi pregunta sobre qué entendía él por productividad. Antes, yo lo había intentado con sesudos hombres de empresa y, la verdad, estaba hecho un lío ante respuestas tan dispares. Parece, como en tantas otras cosas, que nadie se pone de acuerdo en lo esencial y que, cuando hablamos de temas que son comunes y en los que debería haber consenso, nos empeñamos en utilizar lenguajes (jergas, más bien) que no entienden ni los de tu propia tribu. Así es la vida y así es el mundo de los negocios.
El caso es que a mí me pareció bien, por sencilla y llena de sentido común, la afirmación de mi amigo. Ser productivo, un hermoso (?) neologismo, en definitiva es rendir en tu trabajo y hacer lo que se espera que hagas.
Hasta ahí todo claro, pero la cuestión es, probablemente, otra: ¿por qué unos rinden más que otros?, ¿cuáles son las razones para que personas, sectores o países sean más o menos productivos?, ¿se puede ser siempre -constantemente- más productivo?
Vayamos por partes. Siempre se ha dicho que si se quiere aumentar la productividad y ser más competitivos hay que incrementar las inversiones en I + D. Tal afirmación era un axioma, pero ha entrado en crisis. Un reciente estudio de Booz Allen Hamilton asegura que no existe esa relación: a mayor dinero invertido no hay, necesariamente, mejores resultados. Hay un cierto límite a la inversión y la rentabilidad, concluye el citado informe. Es decir, sí pero no.
Mi gozo casi en un pozo. Pero, no importa. Erre que erre, habrá que buscar el arcano de la productividad. Ya está: trabajar más horas. Pues no señor, porque la paradoja es que la jornada laboral en España, según un informe de Eurostat, es una de las más largas de la Unión Europea, 38,2 horas semanales, una hora más que la media de la Europa de los 25. Casi la mitad de los españoles y españolas que trabajan alargan habitualmente su jornada laboral. Y además, generalmente para ellas, después siempre les esperan las tareas de la casa
La cuestión es que trabajamos más horas que nuestros vecinos, dormimos menos que el promedio de los europeos y, a pesar de tales desatinos, somos uno de los países menos productivos por empleado (95,8 sobre media 100), sólo superados por Holanda, Alemania, Grecia y Portugal, y lejos de Luxemburgo, Irlanda y Bélgica, incluso de Italia. Parece que, en nuestro caso, en no pocas ocasiones confundimos el trabajo con estar en el lugar de trabajo.
Otto Walter, en su informe titulado ¿Por qué no rendimos al 100%?, publicado a finales del pasado año, analiza cuáles son los principales obstáculos de la productividad de los profesionales en las empresas españolas. Sólo un par de datos: el 77,5% de los profesionales españoles dice no superar el 80% de su potencial; casi la mitad no supera ni el 70%. Las razones son variadas: el exceso de tareas, confundir lo urgente con lo importante, la falta de organización y de formación y mil motivos más. Parece que estamos instalados en la cultura de la chapuza y, desgraciadamente, nos ufanamos (los jefes, claro) de cómo, a pesar de todo, las cosas acaban saliendo. Y estamos equivocados.
En 1716, François de Callière, consejero de Luis XIV, escribió un precioso texto, Negociando con príncipes, del que extraigo una reflexión que viene al pelo: 'Puesto que de Dios es el haber dado nacimiento a los hombres con diferentes talentos, uno de los más útiles consejos que a todos es dable ofrecer es que sepan meditar con cuidado antes de optar por una profesión'. Es decir, no todos servimos para hacer cualquier menester, ni aun los que han llegado más alto. Cada uno en su sitio y haciendo lo que sabe, eso es lo importante y la mejor forma de motivar.
Después de darle muchas vueltas, he llegado a la conclusión de que las empresas son más productivas si sus dirigentes son capaces de: a) diseñar estructuras racionales, adecuadas y que funcionen, y ése es uno de los secretos; y b) integrar en la estructura procesos de aprendizaje colectivo. Hay que creer en la formación, en las personas y en las organizaciones con talento, y hacer lo posible por retenerlo y desarrollarlo. Mi amigo Juan Carlos Cubeiro dice que una persona con talento es seis veces más productiva. Probablemente, es cierto. æpermil;se es nuestro desafío y nuestra responsabilidad. Por la propia supervivencia de la empresa, pro domo sua, por su propio beneficio.