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Tribuna
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Los 'avances' tecnológicos de las empresas españolas

España invierte en tecnología alrededor de 16.000 millones de euros menos que la media de los países de la Unión Europea, según refleja el Informe Anual sobre la Sociedad de la Información elaborado por el Ministerio de Industria y la Aetic (Asociación de Empresas de Electrónica y Tecnologías de la Información de España). En 2004 las tecnologías de la información representaron el 4,8% del PIB español, una cifra marcadamente inferior al 6,9% de la media comunitaria. Estos datos vienen a indicar que existe una brecha significativa que nos separa y distancia de nuestros vecinos europeos en lo que a desarrollo tecnológico se refiere.

En este marco, el Gobierno ha anunciado la puesta en marcha del denominado Plan Avanza 2006-2010 para el desarrollo de la sociedad de la información, y el propio secretario de Estado de Telecomunicaciones, Francisco Ros, ha admitido que la obsesión de su departamento es lograr mejorar la penetración de internet en los hogares, en los centros educativos, entre las pymes y en la propia Administración. Y para ello se ha destinado un presupuesto de alrededor de 1.200 millones de euros. Lo que queda ahora por determinar es si esta partida presupuestaria será o no suficiente para ponernos a la altura de Europa.

Resulta también inquietante que, según datos del propio plan, sólo un 36% de las empresas de menos de 10 empleados tiene acceso a internet de banda ancha. La cifra cobra especial relevancia si la comparamos con las de la Unión Europea, en la que se alcanza un 55% de media en este punto. Otro dato: en España el porcentaje de empresas de más de 10 empleados que poseen página web propia es del 39,74%, frente al 60% de media de los países comunitarios.

Los organismos públicos y privados deben trabajar juntos para extender el uso de las nuevas tecnologías

Las medidas que contempla el plan gubernamental ponen su acento en cuatro elementos: los ciudadanos, los servicios públicos digitales (Administraciones públicas), la seguridad y e-confianza (un modelo que revierte en las nuevas tecnologías a través de la creación de la Entidad Nacional de Seguridad) y, naturalmente, las empresas (competitividad e innovación).

En lo que se refiere al campo empresarial, el Gobierno, entre otras cosas, ha anunciado que estudia incentivar fiscalmente a las empresas que implanten la facturación electrónica en sus procesos. También se ha puesto sobre la mesa la intención de que para 2009 España cuente con una Administración sin papeles; una iniciativa que, sin duda, puede contribuir de manera decisiva a impulsar de forma real el uso de tecnologías aplicadas a la gestión del negocio.

Pero, ¿cuál es la situación real actualmente?, ¿están las empresas preparadas para abandonar el papel y facturar electrónicamente? En este tema Aecoc puede dar una visión bastante cercana a la realidad, ya que somos la asociación que más ha trabajado para impulsar la implantación de sistemas electrónicos de facturación entre las empresas del sector del gran consumo. Según nuestros datos, hay ya 4.500 compañías del sector utilizando la e-factura a fecha de hoy.

En cifras, este abandono del papel se traduce en un ahorro empresarial de 7 millones de euros al mes, o lo que es lo mismo, 84 millones de euros al año, en gestión y tratamiento de facturas. Es un ejemplo claro de los beneficios que puede suponer para las empresas (grandes y pequeñas) el desarrollo de las nuevas tecnologías en todas sus áreas y procedimientos.

De igual modo, la e-factura permite a las compañías eliminar los errores derivados de los procesos manuales que se llevan a cabo en la factura tradicional en papel y mejorar la productividad del departamento de administración, gracias a la recuperación e integración de facturas de forma automática y rápida. Eso sin mencionar los incuestionables beneficios que la eliminación del papel supone en el ámbito medioambiental, especialmente en un periodo como el actual en el que la sostenibilidad (económica, social y medioambiental) ha pasado a encabezar las listas de prioridades de buena parte de las empresas de nuestro país.

Y es que aunque cada vez son más las evidencias de que las nuevas tecnologías son un gran aliado en la gestión empresarial, lo que es incuestionable, tal y como señala el Plan Avanza, es que todavía estamos a la cola de Europa en esta materia. Ahora bien, ¿cuáles son las razones de nuestro retraso tecnológico, fundamentalmente en el ámbito de la pequeña empresa? Pues básicamente dos: la falta de información y formación en nuevas tecnologías y el desconocimiento, por parte del empresario, de la verdadera utilidad y aplicaciones de este tipo de tecnologías.

No obstante, y a pesar de estas dos barreras, curiosamente las microempresas manifiestan que son conscientes de que las nuevas tecnologías ayudan a sus negocios, hacen sus empresas más competitivas y favorecen la obtención de mayor rentabilidad. Esta es una de las contradicciones que se ponen de manifiesto en el plan del Gobierno, y que confiemos que las medidas del propio proyecto contribuyan a eliminar, especialmente en lo que se refiere a la falta de confianza.

Pero, ¿hay muestras tangibles de que haya mejoras en marcha? Según la propia Secretaría de Estado, en los últimos 18 meses existen una serie de parámetros del INE que muestran movimiento. Por ejemplo, los internautas han aumentado un 40,7%, el porcentaje de hogares conectados ha pasado del 25,2% al 32,6% y el de empresas conectadas ha ascendido al 19%.

Los datos son, por tanto, esperanzadores, aunque no hay que olvidar que partíamos de muy abajo. Por ello, el gran reto de la empresa española es mejorar su posición competitiva mediante la utilización de las tecnologías de la información, de forma creciente, en sus procesos de negocio. Sólo así se podrá recortar el importante gap que presenta España en términos de competitividad, ya que mientras nuestro PIB nos sitúa como octava potencia mundial, nuestra posición competitiva nos relega a un vigésimo noveno lugar en dicho ranking.

Es evidente, por tanto, que tenemos una gran asignatura pendiente en materia de competitividad y, sin duda, esa mejora competitiva, además de una profunda adecuación de los programas educativos, exige que los organismos públicos y privados trabajen en estrecha colaboración para lograr que el uso de las nuevas tecnologías se extienda de un modo rápido y eficaz, especialmente en los sectores más directamente afectados por la competencia global. Cambiar nuestro futuro tecnológico está en nuestras manos pero es, eso sí, responsabilidad de todos.

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