A sólo 1.000 puntos de los máximos
Se habla de capitulación del mercado cuando, en plena crisis bursátil, los más acérrimos defensores de que merece la pena mantenerse en la Bolsa bajan los brazos y se entregan con armas y bagajes. Paradójicamente ese es el momento en el que el mercado empieza a tocar fondo, pues se purgan ya las últimas acciones compradas a precios altos. Así los inversores institucionales están de nuevo en disposición de comprar. Lo de los particulares suele ir para más largo.
Lo mismo sucede a la inversa. Cuando ya no quedan bajistas en la Bolsa a los índices no les queda demasiado recorrido, pues si todo el mundo está invertido al 100% no pueden meter mucho más dinero en la Bolsa.
Como suele pasar, esto es muy fácil de decir pero prácticamente nadie lo pone en práctica cuando toca. De hecho, nadie se acuerda de este dicho cuando debería hacerlo, puesto que en esos momentos los propios analistas están, bien cegados bien por el dinero fácil, bien por el pánico.
La Bolsa está ahora a poco más de 1.000 puntos de los máximos marcados en plena burbuja, pero la sensación de vértigo queda mitigada por la forma mediante la que se han conquistado estas cotas. Los precios relativos son mucho más atractivos que hace cinco años, y la Bolsa ya no es el monocultivo de telecomunicaciones de la primera mitad de 2000.
Se echaría en falta, además, la sensación de pánico que caracteriza otras etapas de sobrerreacción. Porque el pánico es un arma de doble filo, puede ser comprador o vendedor. En los últimos años sólo se ha visto de este último, pero en la etapa de la burbuja los inversores compraban acciones cualquiera que fuese el precio porque no podían soportar la idea de perderse otra subida estratosférica.
Nada de eso se ve en el mercado actual. Posiblemente la apetencia por el riesgo esté por encima de la media histórica, y es tan verosímil como hace una semana una corrección. Pero no mucho más.