La Bolsa en máximos anima las inversiones en caballos purasangre
Ocurrió a finales de septiembre del pasado año. Al mismo tiempo que, tras nueve años de cierre, los caballos volvían a las pistas del hipódromo madrileño de La Zarzuela, en Kentucky (EE UU) el potro de un año Hip 384 hacía historia. En el Estado norteamericano conocido como Bluegrass Country (el país de la hierba azul) -en referencia a la cría de caballos de raza característica de la zona- el animal relinchante y castaño provocaba un frenesí de ofertas en la subasta anual de purasangre no estrenados en carrera organizada por la asociación Keeneland. Martin Wygod -que ganó millones administrando compañías de atención sanitarias como la neoyorquina WebMD- y su esposa Pam, observaron con estupefacción cómo el precio de su caballo sobrepasaba los tres millones de dólares. Y los cinco millones. Y los siete millones.
Finalmente hubo un ganador que lo compró por un precio nunca visto: 9,7 millones de dólares, unos ocho millones de euros. El ganador: el jeque Mohamed Bin Rashid Al Maktum, de 57 años, el nuevo gobernante de Dubai y mayor comprador de caballos de carrera del mundo. 'Nos impresionó la cantidad de dinero que nos aportaba el caballo', dice Wygod, de 66 años, que donó la mitad de lo recaudado a obras de caridad. 'Pero estuvimos en el lugar adecuado, en el momento adecuado, con el caballo adecuado'.
El precio de los caballos de carrera se está disparando, en parte impulsado por la subida general de los precios de las acciones en Bolsa. La subasta de Keeneland estableció, en una semana, un récord de ventas brutas de 320 millones de euros. La cifra supera en un 18 por ciento el total de 270 millones de euros de 2004. Los compradores, muchos de ellos millonarios que participan por deporte, pagan fortunas por caballos de carrera y sementales no probados en busca de un campeón como el gran Secretariat.
El jeque Mohamed Bin Rachid Al Maktum desembolsó ocho millones de dólares por un potro purasangre de un año que aún no se ha estrenado en carrera
El auge coincide con una caída de la concurrencia a hipódromos en EE UU y en Asia, donde casinos y loterías se disputan los jugadores. Las apuestas en los hipódromos estadounidenses bajaron un 34% entre 1996 y 2004. El promedio de concurrencia diaria al neoyorquino Aqueduct, de 111 años de antigüedad, ha caído un 75 por ciento en los últimos 20 años.
Los millonarios dueños de caballos no parecían preocupados por la caída del ingreso en las pistas durante la subasta de Keeneland. Con el potro conocido como Hip 384, Al Maktoum no tiene muchas probabilidades de recuperar alguna vez su inversión, y mucho menos de ganar una carrera importante. Menos de la mitad de los caballos que pisan una pista gana alguna vez una carrera, según indican las estadísticas de carreras de Keeneland. La gente hace correr purasangres por la diversión y la gloria, cuenta Dan Rosenberg, de 56 años, presidente de Three Chimneys, un criadero de caballos de raza en Kentucky.
Un caballo magnífico que atraiga multitudes es un estímulo vital para el deporte. Un purasangre así fue Smarty Jones, que estuvo a punto de ganar la Triple Crown hípica en 2004. Otro Smarty Jones puede surgir de la rica cosecha de potros vendidos en Keeneland. Pero, para los ejecutivos triunfadores que compran purasangres, la felicidad está en la búsqueda.