Externalización en la obra civil
La subcontratación en el sector de la construcción es a menudo objeto de duras críticas y se suele ligar a accidentes laborales. El autor defiende este sistema de trabajo que, en su opinión, no sólo supone un ahorro de costes, sino que aporta mayor eficiencia, calidad y especialización a los trabajos
A menudo se cuestiona el modelo de subcontratación en la construcción. Parece que se negara a este sector lo que se acepta para los restantes, aunque en otros casos se emplean términos más modernos, muy semejantes -externalización, outsorcing, etcétera- y más al uso que aquél. Sin embargo, resulta evidente que la economía moderna, desde que Adam Smith nos describiera la división del trabajo en la fabricación de alfileres, que permitía una mayor destreza en cada obrero y un claro ahorro de tiempo, camina por la senda de la especialización en todos los órdenes. La economía hoy exige a sus empresas la optimización de sus costes de operación, mayor eficiencia en el manejo de los recursos o en la gestión y concentrarse en su core business.
¿Procedimiento? La externalización de funciones o tareas, tradicionalmente usada para reducir costes y a la que hoy se acude, también, para mejorar la eficiencia, la calidad, el acceso a nuevas tecnologías, etcétera, en un nuevo enfoque estratégico de las empresas al que no pueden ser ajenas las del sector de la construcción, y preferentemente las que actúan en el ámbito de la obra civil. Primero, porque tienen/deben contener sus costes, ya que una parte de la decisión de la Administración que las contrata en un exigente proceso de licitación es, precisamente, su precio y por tanto su coste. Segundo, porque otra parte de esa decisión es la calidad, la eficiencia, su trabajo en I+D+i y el aseguramiento de unos plazos que también forman parte del juicio calificador.
Por eso, el viaducto de Almuñécar y otros son un buen ejemplo de la necesidad de la subcontratación y de su justificación, no de lo contrario, pese al luctuoso accidente ocurrido en el primero. La empresa española que allí construye el viaducto tiene en su haber el mayor volumen de obra en viaductos realizado en España para empresas de toda dimensión, en régimen de subcontratación o externalización, y los fallecidos no eran obreros sin cualificar, sino operarios altamente especializados pertenecientes a dicha empresa y a una portuguesa extraordinariamente competente.
Y es que la seguridad se garantiza más acudiendo a especialistas que a operarios comunes. Aunque, obviamente, la externalización no significa que el riesgo de accidente quede absolutamente eliminado. Porque nunca el riesgo es cero. Pero es mucho menor en una empresa con alto nivel de especialización que con escaso o ninguno. Además, los avances en los métodos de construcción de viaductos son lentos y difíciles. Sólo las empresas especialistas en su construcción son capaces de soportar las inversiones precisas para contar con los elementos de soporte (cimbra y encofrado) que se usan en su ejecución.
Cuanto más se moderniza un país, más competitivas o agresivas son sus empresas de obras públicas. Esta agresividad se traduce en la subcontratación. No solamente se exige del subcontratista que sea un especialista sino que, además, sea perfeccionista en su método, eficiente en su calidad, cumplidor en sus plazos y oferte el precio más competitivo. Todo lo anterior nos lleva a que las empresas especialistas o subcontratistas son las que más invierten en I+D+i. Por ello, no es de recibo dar por sentado que la subcontratación sea una causa estructural de la siniestralidad laboral. Todo lo contrario.
Es por eso que se debe luchar para cambiar radicalmente esta visión simplista del problema. Es necesaria la especialización y la subcontratación, porque priman la I+D+i, ya que es la única posibilidad que permite mejorar sus métodos constructivos, base de su productividad y por tanto, rentabilidad; genera estabilidad en el empleo, diseña métodos de trabajo y manuales de procedimiento encaminados a la mayor eficacia, rendimiento y seguridad; forma y recicla a su personal que, además con su propia especialización, tiene más autodefensa frente al riesgo; aplica de manera estricta las medidas de seguridad y los planes de prevención; genera ahorro público, al producir obras de forma industrial, contribuye al mejor diseño y ahorra en costes por el empleo del método constructivo más adecuado
Y esto no sólo ocurre en este sector. La subcontratación o externalización que, a la postre, es la búsqueda de los mejores especialistas, la encontramos en los grandes equipos quirúrgicos, en la externalización de la seguridad de los edificios públicos en favor de empresas privadas, en la construcción de los edificios más complejos, los rascacielos, donde hay que integrar los distintos especialistas en estructuras, fachadas, climatización, ascensores, etcétera. Y en el ámbito de las tecnologías de la información, ¿la externalización no es acaso hoy moneda de uso común?
Muchos más ejemplos podrían citarse, porque ésta es la tendencia moderna. ¿Por qué, entonces, parece que en la obra civil y en la construcción se anatematiza la subcontratación o lo que es lo mismo la externalización que, por el contrario, se bendice en el resto de las actividades? ¿Acaso no estamos ante obras de enorme complejidad constructiva -viaductos, firmes para ferrocarriles de alta velocidad, escolleras, pistas de rodadura de aeropuertos, etcétera- y gran dimensión presupuestaria? ¿Y no será mejor en estos casos acudir a empresas de alto nivel de especialización que tratar de que una sola acumule todo el conocimiento y todos los oficios, cuando eso es imposible?
La realidad de la economía contemporánea no puede ser juzgada con criterios de corta visión. Hoy a las empresas se les exige eficiencia, plazo, bajo coste, seguridad, calidad. Todo ello es más posible asegurarlo desde la alta especialización, es decir desde la externalización. No la condenemos para la construcción.