Greenspan desde la barrera
Mal día el de ayer para los periodistas financieros. Han perdido a su principal icono mediático, y a uno de los principales generador de titulares del panorama bursátil. El culto a la personalidad alrededor de Greenspan, promovido en parte por él mismo, sobresalía aún más en un mundo que, a veces, parece estar construido sólo a partir de números como si fuese de ciencia ficción.
Exuberancia irracional fue, probablemente, su frase más lapidaria, y con ella se adelantó varios años al estallido de la burbuja tecnológica. Después vinieron las cada vez más crípticas intervenciones sobre política monetaria -'si usted me ha entendido es que no me he explicado bien'- y, últimamente, el 'misterio' (conundrum) de los bonos y las subidas 'comedidas' de los tipos de interés.
Los tiempos cambian, y Greenspan deja ya paso a Bernanke. Un personaje cuyo perfil parece, a priori, diferente, más cercano a un serio y aburrido responsable del Bundesbank que a un banquero mediático. Pero ya se sabe que no es lo mismo predicar que dar trigo, y posiblemente Ben, que así se llama el sustituto de Alan, le coja el gusto a los flashes, algo que agradecería la parroquia financiera. Pero se antoja difícil que alcance la celebridad de su predecesor.
Aunque Greenspan lidió con varias crisis, queda pendiente la pregunta de hasta qué punto pudo evitar el inflado de la burbuja tecnológica. Se ha escrito mucho sobre ese tema, y seguirán conviviendo visiones discrepantes. No falta quien comenta que su complacencia con los excesos financieros y unos tipos de interés demasiado bajos agudizaron dichos excesos e incentivaron las malas prácticas contables.
Pero no se puede desvincular esa etapa de la quiebra del fondo LTCM, que amenazó seriamente la estabilidad del sistema financiero internacional, y que Greenspan solucionó por la vía rápida, esto es, a golpe de talonario.