El valor económico de la moderación salarial
La doctrina económica clásica siempre consideró que en todo modelo económico maduro los costes condicionan los resultados económicos de las empresas, y, por supuesto, el empleo. Pero en la transición económica española algunos agentes económicos y sociales tardaron varios años en pasar de la literatura a las matemáticas, en entender que la moderación de los costes, especialmente los salariales en una economía intensiva en capital humano, redundaba favorablemente en los beneficios y en la creación de empleo.
Tras varios intentos para consagrar un comportamiento de las rentas acorde con la inflación y con los avances de los costes de los directos competidores en el mercado (ahora uno sólo y planetario), y tras ver de cerca el abismo de la liquidación en una buena parte de los sectores productivos del país, los sindicatos llevan ya doce años con la moderación salarial incorporada en su ADN.
La desastrosa administración sindical de la crisis económica de 1991-1993, condicionada por la euforia del falso triunfo de su estrategia a finales de los ochenta tras la huelga general de diciembre de 1988, supuso una profunda y feliz revisión para el futuro. La fecha del 27 de enero de 1994 es un punto inolvidable de inflexión en el movimiento sindical. El fracaso de una nueva movilización contra una política económica que había recortado por imperiosa necesidad financiera todas las prestaciones pasivas, y contra el fantasma invisible de una crisis que se había llevado por delante más de un millón de empleos, había encendido la luz a las centrales sindicales.
Desde aquel momento, tras una larga reflexión en voz baja, los sindicatos y la asociación patronal concluyeron que había llegado la hora de blindar las relaciones laborales de la acción política, y que las soluciones sólo vendrían de la colaboración sincera en la trinchera laboral. Aunque de manera imperfecta, pusieron de manera inmediata en marcha la fórmula mágica de la moderación salarial. La colaboración necesaria de una política de austeridad, y la ulterior rebaja selectiva de costes para contratos fijos, prolongó la onda expansiva de la moderación de los salarios pactados en convenio: la creación de empleo.
Año tras año, desde 1994, los salarios se han movido al ritmo de la inflación y el empleo ha reaccionado con impulsos desconocidos hasta entonces en España, hasta el punto de reducir la tasa de desempleo desde el 24% hasta guarismos inferiores al 10%. Seis millones de puestos de trabajo adicionales que han sido el mejor dividendo que podía proporcionar la inversión de los sindicatos en moderación salarial. Y esa es, creación masiva de empleo, la manera más lúcida de repartir la riqueza en el mercado primario: la negociación colectiva.
Pese a la demanda sindical para que las empresas activen su parte del compromiso (más inversión) este activo económico seguirá proporcionando buenos resultados este año tras la firma ayer del acuerdo entre sindicatos y patronal para renovarlo (por quinto año consecutivo de manera explícita y decimosegundo de forma implícita). Las dudas sindicales surgidas, ahora y en otros momentos del pasado en una y otra central sindical, todas ellas provocadas por injerencias administrativas, son obviadas ante la trascendencia de uno de los pilares del acervo laboral del país.
No hay que olvidar que una buena parte de la moderación de rentas de los últimos años es imputable a los inmigrantes, que han presionado a la baja la escala de costes, detalle que no pasa inadvertido a las centrales. Pero tampoco debe pasarles inadvertida la necesidad de flexibilizar de una vez la estructura de los convenios para que la remuneración se ligue del todo a la productividad, colectiva e individual, para evitar que negocios que han sido prósperos en los últimos lustros dejen de serlo aquí para serlo en otras latitudes.
2006 será una réplica de 2005
Sindicatos y patronal creen que las perspectivas de crecimiento de actividad y empleo seguirán en 2006.La política salarial pactada ha beneficiado al empleo y a la competitividad.La contribución de los salarios a la contención de la inflación ha sido muy importante. Se mantendrán los criterios para compensar otros costes que deterioran la competitividad.