Alemania, al revés que España
Alemania produce pero no consume. España consume pero cada vez produce menos. Contrariamente a lo que se enseña en la escuela, la frugalidad no es buena a nivel colectivo, y por eso el crecimiento de Alemania lleva muchos años por detrás del de España. No es una cuestión de competitividad pues, de hecho, los alemanes logran crecimientos sostenidos de la exportación aun cuando el euro está de capa caída y los costes son más altos.
Lo que marca la diferencia entre crecer o no crecer es el ritmo del consumo aunque, lógicamente, la eficiencia alemana sienta unas bases mucho más sólidas que el consumismo de por aquí.
La relación recuerda, en cierto modo, a la de China con Estados Unidos, que alguien definió como un crédito al consumo masivo. Pero no es lo mismo. China produce y Estados Unidos gasta, y el dinero estadounidense recibido por los chinos es reinvertido en activos americanos para, así, neutralizar el efecto del movimiento de capitales. En el caso alemán y español, no es necesaria esta esterilización porque pertenecen a la misma zona monetaria. Sería, a grandes rasgos, como si Asturias produjese y Castilla y León consumiese.
Tradicionalmente se consideraba que los desequilibrios exteriores suponían una amenaza de primer orden para las economías. Hoy, sin embargo, estas situaciones se prolongan y los desequilibrios no terminan de generar efectos negativos. En un caso por la unidad monetaria y en el otro por los flujos de capitales. Así, tanto España como Estados Unidos soportan balanzas comerciales que provocarían turbulencias monetarias en cualquier otro sitio.
La moneda europea es un bálsamo, pero también lo es la propia dinámica de la globalización. Queda la duda, no obstante, de hasta qué punto es una cura definitiva ante estos riesgos o, simplemente, permite pedalear durante algunos años más sin arreglar el fondo del problema. En este caso, la historia no da muchas pistas. Si acaso, que cuando se pueda, es mejor un crecimiento equilibrado. Más vale prevenir que curar.