_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El reto de Bachelet en Chile

Michelle Bachelet será la primera mujer que llega a la presidencia no solamente de Chile, sino por méritos propios, y no por herencias familiares, de América Latina. El triunfo de la candidatura presentada por la Concertación Democrática compuesta por socialistas y democristianos, en el poder desde el final de la dictadura de Pinochet, ante Alianza por Chila del opositor conservador Sebastián Piñera, representa también una victoria contundente de la democracia en el país sudamericano. Es un ejemplo a seguir.

Ahora comienza el verdadero reto de la hija de un general constitucionalista que pagó con tortura y la vida su oposición al golpe del 11 de setiembre de 1973. Ahora se deberá comprobar si la coalición formada por el Partido Socialista y la Democracia Cristiana tiene la suficiente consistencia como para seguir presentando una alternativa para la derecha, que ha mantenido dignamente el tipo y ha llegado a dar a Piñera el notable 46% de voto.

En un país que es básicamente conservador, la victoria de Bachelet es digna de estudio. Nótese que los democristianos en otros lugares (sobretodo en Europa) se decantan por la derecha. En cambio en Chile (como se intentó en otros países del continente) se inclinan por respaldar las reclamaciones sociales de la izquierda. El éxito de la nueva presidente, naturalmente, se debe también al legado presentado por la impecable presidencia llevada a cabo por Ricardo Lagos, su mentor y predecesor, quien se ha retirado con un altísimo índice de aceptación y popularidad, muy difícil de superar.

Tras un discurso modélico de reconocimiento de la derrota, Piñera deberá encarar la conveniencia de tratar de mantener la captación del voto en esta segunda vuelta para replicarla en una primera en el 2009. Para eso deberá sopesar la desbandada de la UDI, la formación de Joaquín Lavín, que sigue marcada por la herencia pinochetista, cuyo electorado evidentemente le ha dado ahora el apoyo que técnicamente le negó entonces. Aunque el peligro de la división en la Concertación siempre es una posibilidad, la debilidad con que la Democracia Cristiana salió de la primera vuelta, cuando perdió escaños legislativos, servirá de freno. Les conviene seguir en la misma nave que los socialistas para evitar ser irrelevantes.

El mayor reto interior para Bachelet es seguir con los programas socioeconómicos de apertura, al tiempo que deberá tratar de reducir las diferencias sociales y hacer llegar a las bolsas de pobreza el progreso que evidentemente beneficia a la mayoría de los chilenos. Los conservadores deberán también tomar nota y respaldar esas urgentes medidas correctivas. De llegar al poder algún día, no les conviene heredar una sociedad crispada y con altos niveles reivindicativos.

En el frente exterior, el nuevo Gobierno tiene también una tarea delicada que deberá encarar con una buena dosis de combinación de nobleza obliga y firmeza en sus convicciones. Chile, paradójicamente mientras goza de acuerdos de libre comercio con medio mundo (sobre todo el industrializado), que son parte de la clave del llamado 'milagro chileno', está aislado en Suramérica. Se retiró hace tiempo del Pacto Andino (que ahora hace aguas por todas partes), es meramente asociado de Mercosur, del que estuvo y está reticente, y parecer ser la excepción en la ola izquierdista y populista que se opone a la concreción del ALCA bajo la hegemonía de Washington, foco de la fobia de Chávez.

Bachelet deberá jugar bajo fuego cruzado y en algún momento hacer una apuesta estratégica, a no ser que se le agote el capital de la apertura global. En ese contexto, la presión populista de su entorno natural (Argentina, Bolivia, Perú) se unirá a la sempiterna reivindicación territorial procedente de La Paz y Lima, siempre prestas a corregir las fronteras generadas por la Guerra del Pacífico, a mediados del siglo XIX. Todas las fórmulas sopesadas para acomodar a Bolivia y Perú pasan por la cesión o usufructo de territorio en formatos imaginativos que no llegan a las ambiciones de los vecinos.

Por si acaso, Chile (tanto antes de Pinochet como después) se ha procurado con las fuerzas armadas mejor preparadas y equipadas de la región. Gracias a los beneficios de la exportación del cobre, la marina y la aviación chilenas se han reforzado de forma notable, causando el resquemor de sus vecinos. Recuérdese que precisamente Bachelet contribuyó a ese reforzamiento mientras era titular de Defensa. Desde la presidencia, con un guiño a la derecha, pero respaldada también por la izquierda, no cambiará de rumbo.

Archivado En

_
_