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Tribuna
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Claves del nuevo escenario boliviano

La llegada a la presidencia de la República de Bolivia del líder cocalero Evo Morales despierta numerosas incertidumbres. El autor recomienda al Gobierno español presentarse como aliado del nuevo Ejecutivo de La Paz para tratar de moderar su discurso

Bolivia es noticia en España y en el resto del mundo, y lo es porque genera una extraña mezcla de satisfacción e incertidumbre.

Satisfacción porque ha triunfado la democracia, porque un representante de las clases más desfavorecidas ha alcanzado la presidencia de la República y porque un poder creciente aparece en el horizonte como una tímida aunque cierta posibilidad de dar al país unidad y rumbo.

Incertidumbre porque la democracia boliviana se sustenta en personalismos, porque la candidatura de Evo Morales se ha construido sobre un discurso que apela a demandas de difícil realización y porque la unidad es planteada desde un modelo no conocido y en confrontación con sectores desplazados del poder pero aún dueños de los recursos que éste controla.

Con sorpresa para muchos, Evo Morales parece comprender este dilema y, rápidamente desde su elección, ha intentado refrenar el desconcierto haciendo declaraciones contenidas sobre la operación de compañías internacionales en el país, planificando su primer viaje internacional a Brasil y el primero trasatlántico a España y proponiendo la incorporación de personalidades moderadas a su gabinete.

Lo cierto es que el líder cocalero llegará al poder en una situación más parecida a la del presidente Néstor Kirchner que a la de sus pares Lula Da Silva o Hugo Chávez, por lo que sus acciones podrían verse condicionadas por una lógica similar a la que mueve al mandatario argentino.

Bolivia es hoy un país aislado internacionalmente, fragmentado política y socialmente, carente de instituciones que puedan respaldar los cambios que necesita, con una minoría atada a un modelo sin consenso social y juzgado por la mayoría como el responsable de su miseria, y con una alianza electoral vencedora sin una clara estrategia de gobierno.

En este escenario, Morales necesitará encontrar aliados internacionales (se concentrará en la región), evitar la fragmentación atrayendo hacia su proyecto a sectores que lo resisten y cooptando líderes opositores, dar rápida respuesta a demandas de grupos que lo han apoyado en su ascenso al poder y fortalecer su figura como líder indiscutible de su espacio.

Cualquier acción que ponga significativamente en duda su capacidad para liderar al país será vista por él como una amenaza. Por el contrario, todo aquello que enfatice frente a la sociedad que el nuevo presidente controla la situación, toma las decisiones y, muy especialmente, lo hace teniendo en cuenta las necesidades de sus electores y grupos de apoyo, será considerado como una oportunidad para lucirse políticamente.

Ahora bien, mientras que Kirchner llegó al poder en una situación de creciente vulnerabilidad de una clase media empobrecida pero aún con fuerte presencia electoral, Morales asume la primer magistratura en un país donde la clase media es un factor electoral intrascendente y sus alianzas se concentran en un amplio sector postergado de la sociedad.

En este sentido, el nuevo mandatario necesitará vincular su proyecto no tanto a iniciativas de alto valor simbólico como en el caso argentino (recordemos que lo simbólico es propio de una clase con elevados índices de desarrollo cultural) sino más bien a acciones concretas que tiendan a satisfacer demandas reales de sus votantes. Esto es, Morales necesita controlar y aumentar los recursos fiscales a fin de construir herramientas que den soluciones a los problemas de una mayoría que vive en la miseria. En síntesis, deberá incrementar la presión tributaria sobre los grupos más privilegiados y las grandes corporaciones a fin de contar con recursos que le permitan mantenerse en el poder.

El Gobierno español puede y debe convertirse en un importante aliado internacional del nuevo Gobierno boliviano, moderando su discurso y acciones, sirviendo de necesaria contención y buscando consensos sobre la base de cierta simpatía ideológica con Morales. Desentenderse de Bolivia significaría un claro peligro para los intereses de España en aquel país y la región y, muy especialmente, implicaría un fuerte desequilibrio de los factores de poder regionales que podría dejar al país en una situación de precariedad internacional.

Por su parte, las empresas españolas deben comprender que en Bolivia ha nacido un nuevo poder que buscará principalmente legitimidad social y recursos tributarios antes que buenas relaciones con el poder económico, lo cual no quita espacio para construir lazos institucionales duraderos.

Entender este proceso resulta el nudo central para desarrollar una relación madura con el futuro Gobierno boliviano y emprender una estrategia de comunicación efectiva, sustentada en la búsqueda de puntos de encuentro con el nuevo poder y en la construcción de equipos profesionales para dar respuesta a una situación coyuntural difícil pero no poco prometedora.

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