El silencio sobre el ruido
Mucho se ha escrito sobre los efectos del ruido en el sistema auditivo, pero mucho más es lo que se oculta sobre los efectos extraauditivos.
La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo acaba de publicar, en su último número de la revista Magazine, una monografía sobre el ruido en el trabajo. Para esta agencia, el ruido es un factor de riesgo que puede producir sordera; para su prevención se recomienda protectores auditivos. A lo largo de 32 páginas no aparece una sola referencia al importante elenco de efectos extraauditivos, lo que da lugar a que no sean tenidos en consideración en las evaluaciones de riesgos.
Se sabe que el ruido ocupa uno de los primeros puestos de las causas ansiógenas de la vida moderna. El ser humano puede desembarazarse con cierta facilidad de estímulos sensoriales desagradables, táctiles, gustativos, olfativos. Ante el ruido es imposible, dado que influye sobre todo su ser y continúa actuando durante el sueño.
La exposición al ruido está asociada a alteraciones cardiovasculares, a hipertensión, a alteraciones del sueño (aumento de despertares nocturnos y peor calidad del sueño percibido); a alteraciones mentales, a incrementos de úlcera gastroduodenal y colitis ulcerosa. De igual forma, es numerosa la bibliografía científica que relata incidencia del ruido sobre el sistema endocrino, sobre el aparato digestivo y sobre el sistema nervioso central y periférico.
El estímulo acústico determina el aumento de la frecuencia respiratoria. De unos años a esta parte se hipotetizan las relaciones del ruido sobre la fertilidad, estando demostrados unos niveles inferiores de testosterona en los afectados por riesgo acústico.
Por razones de espacio quedan sólo enumeradas los principales efectos extraauditivos que no son tenidos en consideración ni por la autoridad laboral ni por las autoridades sanitarias.
En España no existen criterios de evaluación de riesgo a fin de prevenir los daños extraauditivos. La vigilancia de la salud de poblaciones expuestas a ruido tampoco contempla protocolos específicos. Si no se reconoce la sordera como enfermedad profesional (no llega al 10% de afectados), muy lejos estamos de que la comunidad médica, la inspección de trabajo y la propia norma sean sensibles a los avances de las evidencias científicas. Hay una mayor preocupación por la salud de la economía que por la salud de la población.
Espero que la semana europea de la salud laboral, dedicada en esta ocasión al ruido, tenga en consideración los efectos en la salud integral de más de cinco millones de ciudadanos-trabajadores expuestos a un riesgo que no sólo deja sordo, sino que también puede enloquecer.
Pero hay otros elementos que tampoco son tenidos en consideración y que únicamente paso a enumerar:
Participación y consulta de los trabajadores y sus representantes, que no siempre es tenida en cuenta.
Evaluación de riesgos que ha de hacerse bajo la ausencia de protección personal. En la práctica sucede lo contrario.
El uso de protectores auditivos es la última medida a adoptar, teniendo en cuenta que su uso no debe causar ningún daño al trabajador.
Cuando no sea posible reducir la intensidad sonora, ha de negociarse la posibilidad de reducir el tiempo de exposición (medidas organizativas).
Debe tenerse en cuenta la protección de los trabajadores especialmente sensibles (artículo 25 de la LPRL).
Todas estas cuestiones, que parecen tan obvias, en la práctica no son adoptadas ni por los empresarios ni por la inspección de trabajo ni por los servicios de prevención.