La gallina de los huevos de oro
Pocas cosas hay más dañinas que crear falsas expectativas, y pocas comunidades han sufrido más que la bursátil los efectos de una ilusión rota. Como al final lo que se compra y se vende en la Bolsa son las expectativas, cuando éstas fallan la erosión no solamente afecta a los valores, las entidades o las personas sobre las que se formaron las previsiones, sino sobre todo el conjunto del sistema.
Así, la percepción de que la Bolsa es una gallina que pone huevos de oro es falaz, una ficción que desaparece tan pronto como las expectativas de hacerse rico sin esfuerzo se estrellan contra la realidad. Y, si en épocas anteriores la gallina estaba en empresas informáticas o biotecnológicas, de un tiempo a esta parte el dinero fácil está en otras partes. Para algunos en los chicharros, esos valores vacíos de contenido que se compran sólo y exclusivamente porque después de un inversor vendrá otro dispuesto a pagar todavía más por la acción de marras, independientemente de lo que dicha acción represente. En este caso es difícil que las expectativas se vean frustradas, pues sólo los bolsistas más bisoños se creen a pie juntillas las previsiones de determinadas compañías.
El otro presunto yacimiento de rentabilidad eran, teóricamente, los hedge funds. La banca de inversión ha apostado por ellos como vía para sacar rentabilidad de unos mercados que, se suponía, habían vivido ya la etapa de la recuperación. Sin embargo, las rentabilidades no sólo no se han correspondido con lo que se prometía, sino que son bajas en comparación con casi cualquier alternativa de inversión.
Ahora que este tipo de activos llega al mercado español no sería buena cosa que se creasen en la comunidad inversora falsas expectativas. Los hedge funds pueden ser, en el mejor de los casos, un complemento para la inversión tradicional. Por algo este tipo de productos financieros se llaman inversión alternativa.