Aston Martin V8 Vantage, la seda más deportiva
Aston Martin es una marca casi desconocida, pero justo ahí reside uno de sus mayores encantos, pues al mismo tiempo encierra una exclusividad indemne al paso del tiempo. Con más de 90 años de historia, hoy pertenece a Ford Motor Company y, además, atraviesa uno de sus momentos más dulces, una vez superadas épocas en las que estuvo muy próxima a la quiebra -hasta en siete ocasiones-. Con los datos en la mano, emplea a más de 2.000 personas de forma directa o indirecta, algo más de 600 ingenieros y dos plantas: Gaydon, en Inglaterra, y Colonia -sólo para la producción de motores-, en Alemania. Su producción anual asciende a 4.500 vehículos, la mayor parte -aproximadamente unos 3.000- centrados en su más reciente creación: el V8 Vantage. Hablamos de un moderno deportivo biplaza, con carrocería cupé -en menos de uno año también habrá una secuela descapotable o roadster- que luce los rasgos característicos del resto de modelos de la marca -Vanquish y DB9-, sobre todo en lo que respecta a detalles como los pilotos delanteros y traseros -éstos, con tecnología led, más longeva y rápida de entrar en acción-, aunque con unas proporciones generales mucho más compactas que permiten mayor equilibrio visual.
El V8 Vantage mide 4,38 metros de largo y hace gala de una estampa llamativa y musculada, pero al mismo tiempo muy discreta. Entre las virtudes de su carrocería figura un práctico portón trasero que da paso a un maletero de forma irregular, pero de tamaño suficiente para los bultos de una pareja en una escapada de fin de semana. De puertas hacia dentro presume de una notable amplitud, pero sobre todo de una intachable calidad, gracias a la profusión de materiales -aluminio, cuero- de primer orden. Además, el puesto de conducción es técnicamente perfecto, aunque hay algunos detalles -la llave de acceso y arranque, el retrovisor interior similar al de un viejo Ford Fiesta, los brazos de intermitentes y limpiaparabrisas o la antena de la radio sobre el techo- que no casan con la exquisitez del conjunto. Chasis y bastidor son de aluminio, mientras que la carrocería combina ese material, composite y magnesio. Al final, presume de un equilibrado reparto de masas del 49/51 por ciento entre ejes -el motor, en posición delantera, va retrasado y el cambio de marchas, manual y de seis velocidades, se ubica sobre el puente posterior en modo Transaxle-. Esto consigue una dinámica sana y segura, con una fabulosa motricidad en toda circunstancia. Entre unos y otros, exhibe una inesperada facilidad de conducción hasta para conductores poco experimentados. Por ejemplo, los pedales son fáciles de accionar -el del freno es muy progresivo-, la dirección es rápida y precisa y el confort de marcha notable. Dicho de otro modo, facilita mucho más las cosas que, por ejemplo, un Porsche Carrera o un Maserati Coupé, modelos en los que las dotes al volante se harán mucho más precisas.