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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Llegó la hora de pactar el Estatuto

El debate sobre la reforma del Estatuto de Cataluña, que arranca hoy en medio de gran expectación en el Congreso de los Diputados, no sólo marcará la pauta sobre el futuro de ese texto legislativo, sino sobre cuáles son los límites del Estado de las autonomías en su conjunto. No menos de ocho comunidades autónomas, con partidos de distintos signos políticos en el poder, tienen hoy en marcha la reforma de sus estatutos, con la busca de mayor autogobierno como objetivo esencial. Este Estatuto catalán servirá por ello de avanzadilla y guía para el resto. De ahí que sea primordial que las fuerzas políticas representadas en el Congreso multipliquen su esfuerzo por establecer un diálogo constructivo.

Utilizar el Estatuto catalán como arma partidista para escalar posiciones en los sondeos de intención de voto es una estrategia miope y sólo ofrece réditos políticos a corto plazo. El catastrofismo propugnado hasta ahora por el Partido Popular y el maximalismo del que han hecho gala algunos representantes del cuatripartito catalán deben quedar aparcados. El objetivo ha de estar en un debate que permita sacar adelante el mejor de los estatutos posibles, en el marco de la Constitución.

Muchos de los preceptos incluidos en el borrador que aprobó el Parlamento catalán son claramente inconstitucionales y el propio presidente del Gobierno ha advertido que deberán ser modificados para su aprobación. Pero el proceso de tramitación parlamentaria sólo tendrá sentido si todos los grupos participan activamente en el debate para construir un documento sólido e inapelable jurídicamente, que además de ampliar los límites de autogobierno de Cataluña garantice premisas constitucionales básicas como la igualdad, la solidaridad y la unidad de mercado.

Optar por el tremendismo, la cerrazón o el boicot político será lo mismo que dar al traste con una oportunidad histórica de avance en el Estado de las autonomías. Pero también una traición a los ciudadanos de sus representantes políticos, del signo que sean. Y no sólo a los catalanes, sino al conjunto de los españoles.

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