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Columna
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El empleo marcha bien: debemos mejorar

Si hace años nos lo hubieran dicho, no nos lo hubiéramos creído. Pues bien, lo que durante mucho tiempo fue algo así como un sueño inalcanzable, se ha hecho realidad. La tasa de paro española ya es inferior a la media europea. En efecto, tras los datos del tercer trimestre del ejercicio proporcionados por la EPA, no hemos encontrado con un desempleo del 8,4%, cuando la media de los 25 es del 8,7%, y de la zona euro 8,6%. Desde 1962 no se producía esta inversión de datos. Debemos felicitarnos todos por esta excelente noticia, que debe animarnos a continuar esforzándonos en mantener el elevado ritmo de creación de empleo que ha permitido que durante los cinco últimos años, la mitad de todo el empleo creado en Europa se haya producido dentro de nuestras fronteras.

Todo parece apuntar a que en 2006 se volverá a crear empleo, aunque a un ritmo mucho menor que el espectacular de 2005. ¿Por qué esta desaceleración? Pues porque aparecen algunas amenazas para nuestro crecimiento económico, como los altos precios del petróleo, el diferencial de inflación, o la pérdida de productividad, que influye, entre otras cosas, en un abultado déficit comercial.

Pero no sólo por estas cuestiones macroeconómicas el crecimiento del empleo será menor. También se habrá normalizado las modificaciones efectuadas en la metodología del EPA, y que han permitido aflorar un buen número de nuevos ocupados, y la incorporación de inmigrantes no será tan acusada como la del presente ejercicio. Por todo ello la tasa de paro bajará con menor intensidad, aunque mantendremos una importante creación neta de empleo, lo que nos permitirá ascender posiciones en la tabla europea.

Otro tema muy distinto es la calidad del empleo creado. Todos coinciden en el repunte de la temporalidad, superando el 33% del total de ocupados. Este incremento de la temporalidad no se puede achacar tan sólo a la norma laboral vigente, pues hace años que existe y en algo se redujo el porcentaje de eventuales. Es cierto que existen malas prácticas, pero también hay que tener en cuenta que los dos sectores más dinámicos en la creación de empleo, servicios y construcción, precisan estructuralmente de mano de obra temporal. Mientras que el turismo, la construcción y el consumo sean nuestros motores económicos, nos resultará muy difícil obtener una sensible bajada de la temporalidad. Y esta reflexión hay que tenerla en cuanta en vísperas de la nueva reforma laboral, no vaya a ser que por algún invento normativo pudiera ralentizarse la creación de empleo.

En estas dulces circunstancias, más que nunca, hay que plantear las necesarias adecuaciones de nuestro sistema laboral a los nuevos planteamientos. Desgraciadamente, las partes sociales no parecen estar por la tarea, limitándose a criticarse recíprocamente las propuestas de unos y otros. El propio Gobierno creó esta mala dinámica al asegurar, en boca de su presidente, que nunca aprobaría una reforma laboral que no proviniera de un acuerdo previo de sindicatos y empresarios. Esa afirmación los relajó, y dado que nada temen, nada cederán. Esperemos que entre unos y otros logren encauzar un proceso que navega a la deriva de la indecisión.

Se oye mucho hablar de reducción de la temporalidad o de abaratamiento del despido en los prolegómenos de la deseada negociación, como si no existieran cuestiones de mucho más calado. El objetivo básico de la reforma debe ser conseguir el incremento de la productividad de nuestra mano de obra.

Con empresas más competitivas en los sectores de mayor valor añadido, no sólo crearíamos más empleo, sino que éste sería de mucha mayor calidad. Por tanto, no se trata de hacer más rígida la contratación, sino de conseguir mejor organización de trabajo, más formación y motivación y más productividad para mejorar las condiciones salariales y sociales tal y como todos deseamos. Por eso, no hay que centrarse inicialmente en aspectos tan sólo parciales como los del despido, sino que debe abordarse la reforma desde un punto de vista más integral, incluyendo también los aspectos de vida laboral y el asunto de las cotizaciones por desempleo y pensiones, que generan en la actualidad un abultadísimo superávit.

Como nuestro empleo está marchando muy bien, tenemos que superar la clásica tentación de irnos a dormir la siesta mientras pensamos, 'si todo funciona, ¿para que cambiar nada?'.

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