Juan Cruz visita el pasado en 'Retrato de un hombre desnudo'
Juan Cruz Ruiz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) deja que la memoria hable en Retrato de un hombre desnudo, los recuerdos de un escritor que visita el pasado y lo trae en forma de libro. 'La memoria es una persona que me habla y que no me permite mentir', anuncia desde el principio de la entrevista. 'Nunca he escrito nada que no fuera cierto, ni de mis sentimientos ni de los demás', continúa. Es una enseñanza del periodismo (trabaja en El País desde su fundación en 1976 y ahora es adjunto a la dirección), 'que obliga a que uno no mienta'. 'Puedo callar, silenciar, que es, digamos, la forma más controlable de la mentira, pero una vez que escribo todo tiene que ver con la verdad de lo que ocurre'.
En Retrato de un hombre desnudo (Alfaguara), el autor se ha desprendido de muchos ropajes. 'Vivimos una vida abocada a la fama, al prestigio, a la vanidad, a arropar a la gente con cosas que no son naturales, sino defectos del espíritu'. En esa vida cotidiana de vestimentas excesivas, Juan Cruz trata de quedarse desnudo. 'Hace falta mucho valor para desnudarse del todo, uno tendría que ser un héroe'.
Lo hace sin pudor. 'Soy una persona púdica, hablando es muy difícil que haga confidencias como las que he escrito, pero cuando escribo abandono todo pudor'. Hay historias personales bastante fuertes, reconoce, y también otras que no se ha atrevido a contar del todo, porque hay zonas de pudor que todavía no ha sabido vencer.
Juan Cruz escribe para saber quién es. 'Escribir me ha hecho mejor persona. Sobre todo desde la muerte de mi madre'. El autor, que estuvo al frente de la editorial Alfaguara desde 1992 hasta 1998, confiesa sentirse como si estuviera obligado a responder las preguntas de alguien que vive dentro de él, que no controla ni conoce. 'Por eso le convoco, para que me explique qué demonio me pasa'.
El autor se pone a escribir bajo una sombra de melancolía y ésa presencia interna le marca el camino. Los recuerdos de la adolescencia, 'siempre vivimos, en esos años, con la sensación de que la vida es para siempre'; la obsesión por el paso del tiempo, 'no existen los tiempos mejores sólo existe el tiempo', la muerte, 'uno empieza a morir en la fecha en que mueren los otros' o la salud, que relaciona con las pérdidas de su madre y de Dulce Chacón.
'Mi madre era una mujer muy alegre y a veces muy triste. Cuando su vida empezó a ser algo mejor, enfermó y se murió'. La orfandad le dejó enfadado con la vida, hasta que un día decidió escribir sus recuerdos en lo que más tarde fue el libro El territorio de la memoria. Algo parecido ocurrió en el caso de la autora de La voz dormida. 'Tuvo muchas dificultades en la vida, cuando estaba más pletórica y le adornaba el éxito literario, enfermó y murió. Son situaciones que siempre me han perturbado', recuerda el escritor.
El mar, una presencia constante
Retrato de un hombre desnudo está ilustrado con la fotografía del mar en calma. La presencia del mar es una constante en el libro. Para Juan Cruz, el mar es fundamental. 'Me da paz', dice el autor de Crónica de la nada hecha pedazos. Las playas de su Tenerife natal o las del Caribe. 'Lo más eterno de todo lo que se mueve es el mar, porque la tierra no la ves moverse. Eso me da una paz enorme', confiesa el premio Azorín de Novela.La mayor parte del libro está escrita frente al mar y lentamente. La tentación hubiera sido dejar hablar a la memoria lo más pronto posible, 'para que te duela menos', en cambio, Juan Cruz ha escrito el libro 'como queriendo decirlo, no como queriendo vomitarlo'.