Los arquitectos reclaman ciudades cardiosaludables
El consumo humano supera ya el 30% de la biocapacidad del planeta
El pasado jueves, la avería de uno de los autobuses que tienen como destino el intercambiador de Moncloa, en Madrid, colapsó la carretera de La Coruña. Riadas de trabajadores tuvieron que llegar a pie hasta las puertas de la capital por el carril de aceleración de la autopista. Parece un hecho insólito, pero no lo es. Al contrario. Quienes transitan a primera hora de la mañana por la zona norte de Madrid están acostumbrados a ver a la muchedumbre caminando por la autovía para no llegar tarde a la oficina. 'Es el colapso de la ciudad. Patético', exclama burlón Salvador Rueda.
Biólogo y diplomado en Ingeniería Ambiental y Energética, Rueda es director de la Agencia Local de Ecología Urbana de Barcelona, consorcio público dedicado a repensar las ciudades. 'El caos es fruto de la fragmentación. La ciudad se ha difuminado. La residencia está lejos del trabajo y de los servicios y la única manera de unirlos es mediante infraestructuras y vehículos privados. Pero esta realidad no es fruto de la improvisación, tiene una lógica financiera aplastante. Reproduce una forma de vida, ligada a las hipotecas y los créditos personales. Es una ciudad al servicio de la competitividad, del PIB y del crecimiento económico', critica. 'No sólo estamos dilapidando el patrimonio urbano, también la salud', apostilla.
Cada vez son más los arquitectos que coinciden en el diagnóstico. La ciudad provoca enfermedades típicamente urbanas: alergias, gripe, cansancio, estrés, ansiedad, sordera... 'y una frustración permanente por no poder llegar a todo', señala Teresa Arenillas, vicepresidenta del Club de Debates Urbanos y autora, junto a Álvaro Sevilla, José Fariña y Luis Miquel, del informe que el Colegio de Arquitectos de Madrid ha elaborado para tomar cartas en el asunto de la sostenibilidad, o insostenibilidad, como ya ha acuñado el economista José Manuel Naredo, haciéndose eco del impacto ecológico que tienen los consumos urbanos.
Mientras que en los años setenta del pasado siglo la actividad humana consumía el 70% de lo que el planeta era capaz de producir, en el año 2000 este consumo sobrepasa en un 30% su biocapacidad, teniendo que recurrir a los ahorros acumulados a lo largo de los siglos en forma, por ejemplo, de combustibles fósiles.
Naredo no es el único que hace un análisis pesimista del futuro. Salvador Rueda tampoco visualiza 'soluciones fáciles'. Una de ellas, propone, 'sería sustituir el crecimiento económico que ofrece el ladrillo por el avance social a través de la sociedad del conocimiento'.
'Siempre que transgredimos los límites del bienestar hacemos daño al ser humano, a su confort físico y psíquico', señala Bernardo Ynzenga, urbanista y vicedecano del Colegio de Arquitectos de Madrid. Es necesario reciclar y arbolar los espacios urbanos. 'Crear ciudades cardiosaludables', propone Ynzenga. 'Barrios que inviten a pegarse largos paseos, y a dejar el ocio de los centros comerciales y los edificios para aprovechar el aire libre'. No es una quimera. Esas ciudades existen. 'Se llaman Barcelona, Sevilla Santander, Lisboa, Vitoria, y algunas zonas de las ciudades norteamericanas, como Boston y Los Ángeles', enumera el arquitecto.
Según Ynzenga, Madrid estaría en las antípodas del urbanismo saludable. 'Con 60.000 hectáreas, necesita para sobrevivir la producción de 12 millones de hectáreas. Tenemos un gran reto por delante, reducir el impacto de su huella ecológica'.
'En la ciudad es difícil vivir y sencillo enfermar'
El arquitecto Antonio Lamela pronunció ayer en Madrid la conferencia Ciudad y Salud, coincidiendo con la VII Edición del Club de Debate Sanitario de la fundación Sanofi-Aventis. Promotor de ciencias como el Geocosmoísmo, que aboga por un orden medioambiental y urbano que respete las exigencias de la vida humana, Lamela describe la ciudad como un lugar donde es difícil vivir y relativamente sencillo enfermar, y exige reinventar este espacio 'para hacer de él un lugar grato tanto para los capacitados como los discapacitados'.Lamela se reunió durante el almuerzo con un grupo de periodistas y allí reconoció que debe ser el urbanista -'un humanista', dijo-, quien rediseñe y ponga orden en el territorio. 'Pero no tenemos auténticos especialistas. Por eso se recurre a los arquitectos y a los ingenieros, cuando hacer la ciudad más saludable no es nuestra función. No somos más que un eslabón en la cadena. æpermil;ste es un empeño de todos'.Lamela se cuidó mucho de criticar la actuación de Alberto Ruiz-Gallardón, pero aseguró que en muchas ocasiones 'el enemigo está dentro. Los políticos no siempre buscan con sus decisiones el beneficio de la polis, como ha sido el caso reciente de Marbella', dijo.El autor de la ampliación del aeropuerto de Barajas, que será inaugurada a principios de 2006, afirmó que gran parte de los males que asolan a la ciudad derivan del hecho de que promotores y constructores son en muchas ocasiones la misma persona jurídica. Defendió una arquitectura hecha a imagen y semejanza del hombre y criticó a los arquitectos que 'hacen prevalecer su ego' y construyen edificios como la Torre Agbar, 'que ya tiene problemas de funcionamiento'.