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Tribuna
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Ni optimista ni pesimista

La pérdida de potencial de crecimiento y la necesidad de reformas marcan la agenda económica europea. El autor alaba que se haga un diagnóstico correcto de los problemas del continente, pero critica que no se inspire más confianza a los actores económicos

Les sorprende el título? No era mi intención. Pero es que ahora parece evidente que nos movemos siempre en la ambigüedad a la hora de adelantar el comportamiento de los mercados. Y de la economía. Yo me voy a centrar en este último aspecto para la zona euro.

Les voy a poner un ejemplo de esta ambigüedad a la hora de predecir el futuro. Celebradas las elecciones en Alemania, la dificultad de formar un Gobierno de un solo color llevó a los mercados a anticipar un periodo de incertidumbre en el futuro. O, como mínimo, a adelantar que el proceso de reformas estructurales prometido por ambos partidos mayoritarios (sí, prometido por ambos pero sobre velocidades y prioridades algo diferentes) se detendría. De ahí las continuas advertencias desde el Banco Central Europeo (BCE) sobre la necesidad de continuar con las reformas estructurales tras el paréntesis temporal de la formación de Gobierno.

Una vez que el nuevo Gobierno alemán parece encauzado, evitando así el riesgo de inestabilidad política, vuelve el pesimismo sobre la continuidad de las reformas

Pero una vez que el Ejecutivo parece encauzado, evitando así el riesgo de inestabilidad política y nuevas elecciones, vuelve de nuevo el pesimismo sobre la continuidad de las reformas. Un pesimismo aderezado por los comentarios del presidente del BCE sobre la posibilidad de que sigamos asistiendo a un progresivo descenso del crecimiento potencial en los próximos años en un escenario de envejecimiento de la población. ¿La solución? Avanzar en una mayor flexibilidad económica.

En definitiva, mientras observamos cómo de hecho mejora el crecimiento económico en la mayoría de los países del área parece que nos negamos a aceptar que esta tendencia se pueda mantener en el futuro. Este escepticismo hacia el futuro es lo peor que puede ocurrir a una economía, con sus agentes económicos aplazando cualquier decisión de gasto.

En muchas ocasiones el propio BCE ha considerado que el principal problema de la economía europea es la falta de confianza de los agentes económicos. De las empresas, que aplazan las decisiones de inversión mientras utilizan los elevados ingresos por ventas a continuar con el ajuste de su balance, retribuir al accionista o mirar con interés comprador a sus competidores. ¿Por qué plantearse un aumento de la inversión estructural si aún hay margen de producción adicional sin utilizar? Sí, la inversión mejora en estos momentos. Pero sólo es una mejora coyuntural consecuencia de la renovación de equipos.

¿Y los consumidores? Dice Trichet que el consumo se recuperará en el futuro de la mano del aumento de la renta disponible. Pero la realidad es que los consumidores europeos aumentan su tasa de ahorro, invirtiéndolo en activos financieros y en vivienda. ¿Cómo de otra forma podemos entender una subida del crédito hipotecario en el área superior al 10,5% anual? El objetivo de liquidez del BCE, definido como M3, crece en estos momentos al doble del nivel considerado adecuado a medio plazo. La autoridad monetaria lo identifica como un resultado de la incertidumbre actual y los bajos tipos de interés. Pero lo evidente es que se trata de una bolsa de potencial gasto que se mantiene aparcado a la espera de una mejora en las perspectivas. Y un potencial riesgo a futuro, puesto que puede acentuar la inflación de activos al sobrevalorarlos desde sus niveles de equilibrio.

Reconozco que es sencillo sentirse pesimista hacia el futuro económico en Europa. En muchas ocasiones lo he sentido en las cuestiones que me han planteado en las presentaciones ante clientes sobre perspectivas económicas. Pero, lo que más me llama la atención es cómo el proceso se retroalimenta. En definitiva, cómo el pesimismo hace que incluso cualquier mejora se considere temporal. Eso ha ocurrido con las reformas emprendidas por los principales países europeos. En muchos casos, reformas que han permitido mejorar la tasa de desempleo y facilitar un crecimiento bajo, pero sostenido, del empleo. También unas medidas que han facilitado la moderación de los salarios (la productividad marginal es del 2% en estos momentos, frente al 0,8% entre 2001-2003). Medidas, en fin, que han contribuido a mantener la inflación controlada y los tipos de interés en los niveles mínimos históricos actuales. Pero no parecen haber sido suficientes para llevar a un aumento del crecimiento potencial, ahora delimitado en el 2%. Según Trichet, podría bajar de este nivel en cinco años si no se avanza en las reformas estructurales.

¿Envejecimiento de la población? Si el crecimiento anual de la población en los últimos años ha sido de 0,4%, ¿cómo esperar una aceleración de su crecimiento potencial? La clave, según el BCE, es tomar como ejemplo a las economías nórdicas. Un adecuado equilibrio entre las ventajas del Estado de bienestar y flexibilidad en la producción. Seguro que es un modelo exportable, aunque se deben romper muchas murallas en el proceso de adaptación.

Ser optimista sobre la aceleración del crecimiento a corto plazo, pero pesimista sobre su solidez a medio y largo plazo. Esta es la sensación que todos tenemos en estos momentos a la hora de avanzar perspectivas sobre la economía europea. Lo bueno de todo esto es que las autoridades ya son conscientes de los peligros a los que nos enfrentamos. Lo malo es que por el momento han sido incapaces de convencernos de que tomarán las medidas adecuadas para atajarlos.

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