_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pronto llegará la televisión

Pronto llegará / la televisión / y yo cantaré / y tu me verás'. Así decía la letra pegadiza de aquella canción precursora, cuando las vísperas del inicio de las emisiones de TVE en los estudios del paseo de la Habana, fecha de la que van a cumplirse 50 años y para la que no faltarán grandes conmemoraciones. Se empezó de manera gradual con dos horas de emisión al día, pero los pioneros quedaban exhaustos y concluidos los trabajos de la jornada se compensaban con un rato de tertulia en el despacho del director Victoriano Fernández Asís, quien prodigaba las anécdotas periodísticas ilustradas con lo más selecto de su repertorio de humor galaico, siempre muy celebradas por la concurrencia.

Suele contar nuestro colega Luis Ángel de la Viuda, que era punto fijo entre los asistentes a esa convocatoria, habitual tras el cumplimiento de las obligaciones laborales del día, cómo, en medio de aquel ambiente de alegre camaradería, Fernández Asís, al observar el cambio de actitud de uno de los asiduos, le preguntó por los motivos que le habían llevado a dejar de reírse. El interpelado le dio entonces una respuesta memorable por su escueta claridad: yo, director, es que ya soy fijo. La relación causa efecto quedaba así bien establecida. El empleado señalaba, en definitiva, que en adelante se sentía relevado de corearle las ocurrencias. Una vez concluida su situación de precariedad, la entrada en nómina le relevaba de la obligación de simular. Dejaría de sumarse a la adulación allí reinante. Es decir que, desde los primeros momentos, quedaban claros algunos de los efectos positivos que la fijeza introducía en aquella tropilla.

Otra cosa es que el número de empleados de RTVE se multiplicara después sin fin, a lo largo de estos 50 años, hasta alcanzar los millares de la actual plantilla. Es la consecuencia de que casi sin excepción cada uno de los sucesivos directores haya querido tener siempre un grupo suficientemente numeroso de dóciles palmeros, reidores de sus gracietas o colaboradores de sus sectarismos pro gubernamentales o de sus pillerías económicas. Un grupo selecto de adictos que devenía inservible para el siguiente director, por lo que enseguida procedía a repetir la misma operación.

Así se ha llegado a una formación geológica por estratos superpuestos, que aparecen a la vista en una sección transversal. Además, como la búsqueda de la docilidad es irrenunciable para los altos directivos, cuando han advertido dificultades para seguir incrementando la plantilla han preferido acudir a la subcontratación de toda suerte de servicios y productoras. Estamos en la apoteosis del outsourcing mientras los empleados propios quedan vacando o se pluriemplean por fuera sin generar costes de Seguridad Social y demás.

Durante muchas décadas de monopolio audiovisual, como repetían cada noche Tip y Coll en su show de la sala de fiestas de la calle Padre Xifré, junto a Torres Blancas, Televisión Española y de las JONS era la mejor televisión de España. Luego vinieron las cadenas privadas para enmendar el principio de que por la competencia se asciende a lo mejor porque en buena medida vivimos la espiral de la degradación, todos coincidían en avivarse por ofrecer más basura, seguros de que la audiencia o al menos los audímetros se lo retribuirían con mayores cuotas de pantalla y en más altas tarifas de publicidad. Además, los Gobiernos de las autonomías quisieron repetir a su escala geográfica lo que habían aprendido de TVE y consideraron que sin un canal autonómico, entendido como servicio doméstico para sus necesidades más oscuras, era imposible emprender el proceso de construcción nacional o regional, según los casos. Por ahí los despilfarros y los déficit se multiplicaron sin cuento, mientras la producción propia decaía y los suministradores de siempre incrementaban sus ganancias.

Hace meses, un consejo de sabios hizo su dictamen, pendiente de transmutarse en proyecto de ley, y ahora llega el momento de los Presupuestos Generales del Estado. Pero de qué sea la televisión como servicio público y de qué financiación merezca nos ocuparemos el próximo viernes en esta misma columna.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_