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CincoSentidos

Los padres dudan sobre cómo inculcar los valores a sus hijos

Los padres españoles no saben lo que quieren. Desean conservar la relación de confianza que mantienen con sus hijos, pero añoran la autoridad que representaban sus padres para ellos. Quieren inculcarles unos valores ideales, pero les enseñan otros más útiles para vivir en un entorno competitivo. No aspiran a criar niños consentidos, pero les dan todo lo que ellos no pudieron tener en su infancia. Y lo peor: culpan a la sociedad, profesores y medios de comunicación cuando se encuentran con un problema.

Esa es la principal conclusión de un estudio promovido por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) de Elena Rodríguez e Ignacio Megías, titulado La brecha generacional en la educación de los hijos y financiado por la Fundación Caja Madrid.

La investigación no ofrece cifras porque se realizó analizando las conversaciones de nueve grupos de padres y tres grupos de maestros, durante el segundo semestre de 2004. Aun así, el director técnico de la FAD, Eusebio Megías, que ayer presentó el informe en Madrid, resaltó su fiabilidad y su carácter extrapolable al conjunto de la población. 'Elegimos progenitores representativos de distintas clases sociales y de los medios rural y urbano', comentó. Siempre, con hijos menores de seis años.

Ignacio Calderón, director de la FAD, aprovechó su turno de palabra para alertar de los peligros de esta actitud paterna de echar balones fuera: 'Corremos el riesgo de que el tema de la educación se convierta en un debate crónico, de dejación de responsabilidades, cuando lo que hace falta es implicación social'.

Puso un ejemplo. La FAD señala que uno de los tres factores más influyentes en la prevención del consumo de drogas es la familia. Por eso, es tan importante que los padres no tengan dudas sobre el modelo de valores que quieren inculcar a su prole.

Y, sin embargo, no es así. 'Los padres y las madres parecen vivir numerosas contradicciones no resueltas. Los progenitores no acaban de encontrar una salida entre 'el deber ser' que marcaría el modelo ideal que desean emplear y la realidad impuesta por las exigencias sociales del día a día', explica la investigación de la FAD. Cuenta que los padres que hoy tienen hijos de seis años echan en falta el modelo en el que ellos fueron educados, un sistema que idealizan, 'en el que los hijos, obedientes y austeros, respetaban la autoridad paterna'. Por otro lado, no desean renunciar a las ventajas del cambio de modelo social. Les gusta el actual 'clima emocional de emotividad y afecto, con una comunicación más abierta y flexible'.

El informe pone algunos ejemplos más de disyuntivas que los padres deben resolver todos los días: 'Hay que dedicar a los hijos un tiempo (que por otra parte necesitan para sí mismos); hay que propiciar la comunicación con ellos, que tienden a aislarse detrás de la muralla tecnológica (pero también hay que favorecer el uso de la tecnología para que no queden desclasados)'. Y así, confusos, 'apelan a la responsabilidad de terceros'.

Los maestros

Cuando la culpa se echa a unos terceros concretos, los maestros, aflora otra dificultad: refuerzan las actitudes de indisciplina de los escolares.

Eusebio Megías incidía especialmente en la relevancia de este aspecto: 'Los padres plantean una queja universal sobre los profesores, que incumplen su función educadora. A su vez, los profesores consideran que los padres han renunciado a su responsabilidad, malcrían a sus hijos, y los han dejado solos en la tarea. Hay que poner en marcha estrategias de apoyo de unos a otros'.

Escuela privada, escuela pública

Uno de los temas recurrentes en la conversación de los grupos de padres estudiados en el informe de la FAD es el debate sobre la conveniencia de escolarizar a los hijos en un centro privado o en un centro público. 'Inevitablemente, ponen encima de la mesa la presencia de la inmigración', dice el estudio. El discurso paterno se mueve entre la certeza teórica de la necesidad de que la escuela pública sea solidaria con todos, inmigrantes o no, y el temor a que esa solidaridad afecte a la socialización y al estatus de sus hijos. De nuevo, los padres presentan una contradicción de valores. En lo que sí se mostraron de acuerdo padres y profesores es en la pertinencia de repartir las cargas de esa solidaridad. Que no sea la escuela pública la que cargue con el coste de escolarizar a la población inmigrante, que en ocasiones no conoce el idioma y retrasa al resto.

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