...Porque todos ganamos
A la hora de buscar un ejemplo de cómo llevar a cabo un proceso de 'internacionalización económica acelerada', España es, sin duda, un país paradigmático. En los últimos diez años, marcas españolas como Iberia, Telefónica o BBVA han conseguido escalar puestos en la economía mundial y hoy son firmas reconocidas y apreciadas en los más importantes mercados internacionales. La decidida apuesta americana realizada por las grandes empresas de este país, ha sido sin duda, pieza clave en este proceso .
Desde mediados de los años noventa, las inversiones directas españolas en América han crecido hasta los 120.000 millones de dólares, según distintas estimaciones. En el año 1999, el de mayor actividad, el 65% de la inversión extranjera directa (IED) española se fue a la región. Esta vocación americana obedece a dos factores fundamentales.
Por un lado, cuestiones endógenas de la economía española; en concreto, la maduración de los mercados domésticos nacionales, nuestra entrada en la zona euro y la creciente y obligada globalización de nuestra economía.
Por otro, el progresivo proceso de liberalización y de privatizaciones de las principales economías de América Latina -emprendido en esa época-, que desde el principio buscó tanto fomentar la competencia como importar conocimientos y tecnología para estimular el desarrollo.
En ese momento, las empresas españolas -de una manera mucho más decidida que las de otros países- consideraron que América era idónea como destino de una estrategia internacional orientada a alcanzar una cuota de mercado elevada en el segmento minorista de cualquier negocio. Los hechos posteriores han demostrado lo acertado de esta estrategia.
Al mismo tiempo, a mediados de los noventa se estaban empezando a dar los pasos reformistas necesarios, con la adecuada ortodoxia macroeconómica, en casi todos los países de la región y con nuevas leyes diseñadas para proporcionar seguridad jurídica a los nuevos inversores internacionales, si bien es cierto que en este frente todavía queda mucho por hacer.
Con la aventura americana las empresas españolas han aprovechado la oportunidad para manifestar a la comunidad empresarial internacional su capacidad para hacer negocios en entornos volátiles con garantías de éxito.
Además, las inversiones en América han demostrado tener un destacado valor de cobertura para las empresas españolas, ya que han permitido diversificar el riesgo. En estos años, el ciclo económico español ha evolucionado de manera similar al ciclo económico europeo, mientras que el de América Latina ha estado por lo general inversamente correlacionado. Gracias a esta diversificación geográfica, las cuentas de resultados han adquirido una estabilidad y un ritmo de crecimiento que, de otra manera, no se habría podido alcanzar.
Esta fue la primera ola de la inversión española en América Latina. La de los grandes nombres, la de los grandes titulares de prensa. No es que se haya acabado. Nosotros mismos, BBVA, invertimos el pasado año en América más de 4.300 millones de euros para reforzar nuestra posición en México y para abrirnos paso en el mercado hispano de EE UU, un nuevo reto que no podemos permitirnos el lujo de dejar de lado.
Sin embargo, hoy estamos asistiendo a una segunda ola más discreta, quizás menos llamativa, pero tanto o más importante que la anterior. En estos momentos, pequeñas y medianas empresas españolas que desarrollan su actividad en todo tipo de negocios y servicios están llegando a América con fuerza.
En BBVA lo sabemos muy bien porque casi todos ellos son clientes nuestros y han pedido nuestra colaboración para ayudarles a lanzar su expansión en la región.
Además, por hacer referencia a un sector concreto, las compañías de infraestructuras tienen ante sí un reto extraordinario. Un solo dato: en España hay 100 kilómetros de carretera por cada 100 kilómetros cuadrados; en Brasil, apenas 20; en México no llegan a 18 y en Chile 10,5. La capacidad de crecimiento es increíble.
En perspectiva, la internacionalización americana de las empresas españolas está siendo positiva tanto para las empresas que se han aventurado a instalarse allá como para las economías receptoras de la inversión.
En este sentido, nuestro caso ha sido paradigmático: con la expansión americana, BBVA pasó de ser un excelente banco comercial español a un gran banco global en múltiples mercados y segmentos de negocio con posiciones de liderazgo.
Estamos presentes en 14 países de la región con 11 bancos, una decena de compañías de pensiones y diversas entidades de seguros. Gestionamos la tercera parte de los recursos de clientes del Grupo con el 46% de nuestras oficinas bancarias y 64% ciento de nuestra plantilla. Durante el primer semestre del 2005, BBVA América obtuvo un beneficio neto atribuido de 823 millones de euros, el 45% del total del Grupo BBVA (1.813 millones de euros).
Además, en los países en los que operamos, hemos contribuido de manera decidida a fomentar la competencia bancaria, a mejorar y ampliar los servicios que ofrecemos a nuestros clientes y, en definitiva, a crear riqueza.
Visto el caso de BBVA, las inversiones españolas en la región tienen, sin duda, una inequívoca vocación de continuidad en América. Porque todos -empresas, sociedades, clientes y accionistas- ganamos.