En el recuerdo de un amigo

Son las seis de la tarde del jueves, 25 de agosto. Estoy en el campo y acaban de decírmelo por teléfono. Rafael Termes ha muerto. Son demasiadas las vivencias juntos a lo largo de 40 años, y la emoción que las envuelve, como para poder hilvanar unas líneas que sirvan mínimamente de homenaje a la memoria de un amigo. Con él aprendí la profesión y el espíritu de trabajo incansable que le ha mantenido hasta el final. Ese espíritu de trabajo que en los primeros tiempos acababa por agotar a los que estábamos con él y que, con el paso de los años, se convirtió en el pretexto para una relación amable, comprensiva y siempre dialogante. æscaron;ltimamente estaba acostumbrado a saber más de él por las cartas que me enviaba con copia de sus múltiples artículos y conferencias que por mis escasas visitas a su despacho en el edificio Beatriz, de Madrid. La última noticia me acaba de dejar sin capacidad de reacción. A estas alturas de nuestras vidas, creo que -sobre todo- Rafael ha sido todo un ejemplo de madurez conquistada y, aunque a algunos les pueda parecer extraño, de fino sentido del humor. Descansa en paz y en Cristo, amigo.