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Despedida a un maestro

¡Adiós, muchacho, compañero...!

Abro el mail en Montevideo, tierra de tangos, canción triste y evocadora. Leo la noticia. La envía la Dirección General del IESE ¡Rafael Termes falleció! ¿Cómo, si lo despedí en julio lleno de vida? Después de unas semanas de enfermedad, dice la noticia. No sabía nada, comenta otro profesor del IESE, que está también en Montevideo. No sabíamos nada casi ninguno de los compañeros de claustro. Un mazazo. Los recuerdos se agolpan. Adiós muchacho, compañero de claustro...

Rafael era más que un profesor. Era un maestro. Recuerdo de él una máxima: 'José Ramón', decía, 'desengáñate, la banca es un negocio básicamente aburrido. Y, ¡ay si deja de serlo! Entonces es peligroso'. Rafael es banquero de raza (escribo es, porque para un creyente -él y yo lo somos- Rafael sigue, sólo que está más allá). Tan de raza, que llegó a presidir la AEB. Ahora los presidirá, en espíritu, para que no cometan ni locuras ni injusticias.

Como profesor, hay que recordar sus pizarras. Con muchos años era capaz de llenarlas de fórmulas a tal ritmo que los más jóvenes tenían que hacer esfuerzos para seguirle. Como banquero tenía una de sus virtudes: la discreción amable. Todos queríamos que, en vez de fórmulas, contase secretos de cuando estuvo presidiendo aquellas reuniones, y comidas, de los llamados Siete Grandes, tan significativas para la economía, y la política, española. Se los ha llevado consigo. Nadie le podrá tachar de chismoso.

Sin ser político ejerciente, ejercía en la más útil de las políticas: las ideas. Era un liberal-católico convencido. La última actividad que tuve con él fue un panel. Moderó Rafael. Ponentes: Pedro Schwartz y yo. Tema: la Responsabilidad Social Corporativa. No soy liberal, soy demócrata-cristiano. Aunque Pedro defendió muy bien sus tesis liberales, Rafael no se podía contener y las apostillaba. Al final estábamos todos de acuerdo, lo importante es la persona y su libertad. También la solidaridad, quizás diferíamos en el camino para conseguirla. Rafael lo dejó muy claro en el espléndido discurso, luego convertido en libro, que fue su entrada en la Academia de Ciencias Morales y Políticas: Antropología del Capitalismo. Rafael, doctor ingeniero, preciso y riguroso, consiguió prestigio también en el complejo y elusivo campo de la ideología social.

Como profesor bueno; como maestro, excepcional. Ha colaborado desde hace años, desde el inicio del IESE, en la enseñanza y en la formación de los alumnos. En el Executive MBA, que ahora dirijo, además era jefe de un equipo (unos diez), los llevaba anotados en su agenda; les aconsejaba; les defendía… Era su maestro. Los sucesivos directores del programa lo atestiguamos. Los alumnos de sus equipos también.

Con 86 años era un muchacho. ¿Cómo, sino, puede calificarse a quien el fin de semana se ponía su traje de montañero y recorría cinco o más horas las sierras de Madrid y, cuando podía, del resto del país y, particularmente, de su querida Cataluña? Es un madrileño sin dejar de ser catalán, eso lo da el seny. æpermil;l lo tenía. Siempre que podía, utilizaba su querida lengua.

Era pues una personalidad compleja, completa. Pero, si en algo puso su alma, y todo su empeño, fue en su vocación cristiana. Miembro del Opus Dei desde sus inicios, siempre se mantuvo fiel. Discreto y eficaz, cumplió con la máxima que su querido San Josemaría le enseño: que æpermil;l triunfe, poner a Jesucristo en la cumbre de todas las actividades humanas. Ahora lo hará desde la otra vida. ¡Adiós amigo, compañero...¡

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