La gran coalición gana terreno
A menos de un mes de las elecciones generales, provocadas por el socialdemócrata Schröder tras perder voluntariamente una moción de confianza en el Bundestag, el color del próximo Gobierno alemán está lejos de ser predecible.
Cuando el canciller decidió anticipar los comicios en mayo -después de que su partido (SPD) perdiera el länder de Westfalia- la oposición democristiana del CDU arrasaba en las encuestas. Su candidata, Angela Merkel, tenía todas las papeletas para aprovecharse de la precaria situación económica, derivada de un endémico déficit de competitividad: el coste laboral por trabajador y hora supera los 27 euros en el oeste de Alemania, frente a los 20 de Gran Bretaña o los 19 de EE UU. En Europa del Este ni siquiera llega a los cinco euros. Consciente de esta situación, el Gobierno presentó en 2003 su programa de reformas Agenda 2010, muy contestado desde su nacimiento y paralizado desde el anuncio del adelanto electoral.
Su principal medida, Harz IV, supuso un endurecimiento del sistema de subsidios a parados de larga duración, condicionándolos a no rechazar ofertas de empleo 'razonables'. La medida no redujo el paro, y alimentó la desconfianza de los consumidores, temerosos de su situación en caso de perder el empleo.
Pese a los escasos síntomas de recuperación económica, el desenlace electoral ya no está claro. Pocos dudan de la victoria democristiana, pero la suficiencia de su margen sí está en entredicho. Buena parte de la culpa la tiene la propia CDU. Merkel demuestra falta de tablas en los medios, y en una entrevista televisada confundió salarios brutos con netos. Un serio error, para quien debe encargarse de reconducir la economía. Su propuesta de elevar dos puntos el IVA para financiar un recorte de las cotizaciones empresariales tampoco es especialmente popular.
Por si fuera poco, el anterior candidato del CDU, Edmund Stoiber, se ha descolgado con unas despectivas declaraciones hacia los 'frustrados votantes del Este'. Palos en el engranaje de unas ruedas que hasta antes del verano, iban a toda máquina. El desenlace puede depender, en buena medida, del apoyo electoral que logre el nuevo partido izquierdista liderado por el ex líder del SPD, Oskar Lafontaine. Tras aliarse con los ex comunistas de Alemania del Este, el que fuera ministro de Finanzas en el primer gobierno de Schröder lidera la facción de descontentos con la 'deriva mercantilista' del Gobierno.
Las últimas encuestas apuntan a un virtual empate entre los democristianos y la suma de votos del SPD y el Partido de Izquierda. Un pacto entre estos dos últimos es improbable, pues dificultaría las reformas pendientes que busca el SPD. Si la CDU pierde más apoyos, el gobierno más probable sería una gran coalición entre democristianos y socialdemócratas.