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Tribuna
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Desmitificando la economía china

La inversión empresarial es uno de los pilares del extraordinario crecimiento de la economía china. El autor subraya la importancia de este hecho y destaca que hay falsas percepciones sobre aquella economía, como la de que sólo exporta productos de bajo valor añadido

En los últimos 25 años China ha protagonizado un impresionante crecimiento del PIB, convirtiéndose en una de las principales economías del mundo y, lo más importante, en uno de los motores. Su fuerte crecimiento es resultado de un conjunto de factores. Sin duda, entre ellos hay que destacar el ingente proceso de inversión empresarial, al que se le debe casi un 50% del PIB (en los países desarrollados no es habitual que supere el 20%, mientras que entre el 60% y el 80% corresponde al consumo).

La inversión empresarial ha sido financiada gracias tanto a la elevada tasa de ahorro interno (47% del PIB) como a la entrada de capital foráneo. Así, en 2004, el flujo positivo ascendió a 47.000 millones de dólares, lo que supone el país con la mayor captación internacional. Aunque gran parte del origen de esta inversión es la propia zona asiática, no cabe duda de que un porcentaje procede de Europa y EE UU, por lo que China ejerce un efecto expulsión que explicaría, en parte, la caída de la entrada de inversión en países como España

España ocupa el sexto puesto en el ranking de países deficitarios frente a China, una consecuen-cia más de un patrón de crecimiento muy basado en el consumo

Junto a la inversión empresarial, el otro motor de desarrollo económico ha sido el comercio exterior. Pero queremos llamar la atención sobre el hecho de que no sólo crecen de forma intensa las exportaciones chinas (35%), sino que también lo hacen las importaciones (30% en media de los últimos años), ejerciendo el crecimiento económico de aquel país un extraordinario efecto arrastre sobre la región y sobre Latinoamérica.

Aunque el país presenta una balanza comercial superavitaria, toda vez que sus exportaciones son importaciones que se vuelven a procesar con destino a la exportación, así como que algo más de un 50% de las importaciones proceden de Asia, lo que provoca que los saldos comerciales sean muy heterogéneos. Así, a pesar de esa balanza comercial superavitaria, sufre déficit con la mitad de los países con los que tiene intercambios, observándose un claro patrón.

Salvo alguna excepción, goza de superávit con los países más desarrollados, destacando, además de la propia Hong Kong (destino del 16,3% de las exportaciones chinas), EE UU (21,1%). En el lado contrario, Japón, Corea del Sur y Taiwán son los principales mercados de origen de sus importaciones, por los que presenta con ellos el déficit comercial más abultado (junto con los países envías de desarrollo). España ocupa el sexto puesto en el ranking de países deficitarios frente a China, una consecuencia más del patrón de crecimiento español, muy basado en el consumo y en el que las importaciones desde países emergentes estarían sustituyendo a la producción nacional.

También es falsa la percepción generalizada de que China sólo vende al exterior productos intensivos en mano de obra y de bajo valor añadido. China no sólo exporta en gran cantidad, sino que tiene una cartera de productos muy diversificada.

Mientras que los países de la OCDE han doblado, desde 1972, el número de bienes relacionados con las manufacturas que son capaces de vender a EE UU, Latinoamérica ha más que triplicado esa cifra, pero China la ha multiplicado por 21. Más relevante es la constatación de que el país asiático ha incrementado en mayor medida las exportaciones basadas en alta tecnología que las basadas en recursos naturales o las manufacturas. Los productos de media y alta tecnología habrían elevado su peso frente al total de exportaciones chinas en 2002 hasta el 88%, frente al 54% que representaban en 1987. Este incremento de la importancia relativa se habría producido a costa de productos primarios o manufacturas basadas en recursos, cuyo peso fue en 2002 del 11,5% frente al 39% en 1987, y pone de manifiesto la capacidad de adaptación y desarrollo del tejido empresarial chino.

En conclusión, China no sólo crece por sus exportaciones, sino que la inversión empresarial juega también un destacado papel, al suponer el 50% del PIB. Además, en el caso concreto del sector exterior, es falso afirmar que sólo crecen las exportaciones, ya que las importaciones también presentan un gran dinamismo, lo que ha servido para que este país ejerza un claro efecto arrastre sobre otros. En consecuencia, China presenta una heterogénea balanza comercial, al registrar superávit sólo con un 50% de los países con los que comercializa.

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