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Tribuna
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¿Para qué tantas sucursales si no sabemos utilizarlas?

Según un reciente informe publicado por la Fundación de Cajas de Ahorros, España cuenta con la mayor red de oficinas bancarias de Europa; más de 40.000, tras haber incrementado en casi un 14% su número en los últimos 15 años. Con estos datos, España supera en oficinas a países como Alemania, Francia Reino Unido, Italia o Países Bajos.

¿Se puede explicar este crecimiento y el elevado número de sucursales desde el punto de vista de los consumidores, cuando la mayoría utilizamos únicamente la más cercana a nuestro domicilio o a nuestra oficina?

Sin duda el crecimiento es paralelo al de la construcción de nuevas viviendas y el agrandamiento de nuestras ciudades. Nada que objetar al también crecimiento de los resultados de los bancos y cajas, en su mayoría debido a las comisiones que nos cobran por el dinero que nos dejan.

Pero desde el punto de vista de los consumidores, lo cierto es que pocos países hay con la renta per cápita y la solvencia económica como el nuestro, cuyos ciudadanos tengan una cultura financiera tan mejorable, en especial en lo que se refiere a la compra del dinero en las sucursales de bancos y cajas.

Ni siquiera en lo que respecta al mercado hipotecario, aun cuando buena parte de los españoles estamos endeudados para pagar nuestras casas y el ahorro financiero español se concentra en más del 75% en la adquisición de viviendas, se sabe comprar el dinero y utilizar la variedad de sucursales que tenemos, contrastando su precio entre ellas de una forma lógica. Si la compra de un inmueble supone un esfuerzo económico muy grande para la mayoría de las personas, ¿por qué nos precipitamos y actuamos de forma tan ignorante a la hora de comprar el dinero para hacerle frente, y pedimos sólo una oferta, a la sucursal más cercana o a la que mejor nos conoce?

Si para la adquisición de muchos bienes de consumo, como el coche, la televisión o el ordenador, acudimos a diferentes establecimientos para comparar calidades y precios hasta encontrar la oferta que más nos satisface, ¿por qué a la hora de hipotecarnos, o de pedir un préstamo personal, vamos sólo a la sucursal de la esquina? ¿Creemos, acaso, que por ser vecinos o clientes nos van a hacer el mejor precio? De ninguna manera.

Nuestro desconocimiento financiero nos lleva a ignorar que unas décimas de punto, arriba o abajo, en la tasa de interés o en las comisiones pueden suponer miles de euros al año, lo que es mucho dinero si se trata de una operación a largo plazo.

¿Y qué decir de los intereses de los préstamos personales o de consumo, y de los intereses que pagamos por los descubiertos o las tarjetas de crédito? ¿Es razonable pagar intereses entre el 15% y el 25% cuando, por otra parte, se dispone de dinero hipotecario entre el 3% y el 5%? Sería más lógico pedir a nuestra sucursal una ampliación de la hipoteca, cuya garantía está más que cubierta por los precios actuales, para que nos presten dinero al 3%, el 4% o el 5%.

El desconocimiento de estos servicios hace que nos interesemos más por los préstamos personales, de consumo o tarjetas de crédito, por su rapidez en ser concedidos, pero que a la larga incrementan notablemente nuestro endeudamiento. Hoy en día, en que la información está más al alcance de la mano que nunca, no tiene sentido seguir en la ignorancia financiera y tomar dinero prestado a un precio desorbitado que lo único que hace es engrosar las cuentas de resultados de los bancos y cajas.

La falta de tiempo, la complejidad de las múltiples ofertas y la comodidad no deberían ser los elementos que determinasen el precio que vamos a pagar por nuestro dinero.

Informémonos mejor, exijamos un mejor trato a las sucursales o utilicemos a los asesores financieros, capaces de conseguir el dinero en las mejores condiciones, para gestionar más inteligentemente nuestras finanzas y elevar la cultura financiera de nuestro país.

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